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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Aquella señora entendía la devoción de un modo que podría pasar en otras partes, en un gran centro, en Madrid, en París, en Roma; pero en Vetusta no. Confesaba atrocidades en tono confidencial, como podía referírselas en su tocador a alguna amiga de su estofa.
Esto es lo que a las claras me sugería el infierno; esto es lo que sólo me confesaba yo a mí propio; pero, allá en el fondo de mi contaminado espíritu bullían otras ideas, hervían otros propósitos, como nido de víboras cubierto de hierbas medicinales.
Pero por más que el cariño hacia su padre la dominara, sentía que en su corazón había un puesto para un afecto distinto. Confesaba este sentimiento por primera vez, al hablar de la vergüenza que le causaba la idea de que su padre pudiese leer aquel diario: «Papá no sabe que por la noche, antes de acostarme, me pongo de vez en cuando a escribir en este libro.
Porque, en efecto, le suponía infiel mucho tiempo hacía; sin contar con que Emma, en las meditaciones de sus soledades de alcoba, con el histérico por Sibila, había llegado a concebir al hombre, a todos los hombres, como el animal egoísta y de instintos crueles y groseros por excelencia, no creía en el marido rigurosamente fiel a su esposa; más era, tal ente de razón la parecía ridículo, y se confesaba que ella, en el caso de cualquier hombre casado, no se contentaría con su mujer.
Candido no se lo concedia, pero no afirmaba nada: Panglós confesaba que toda su vida habia sido una serie de horrorosos infortunios; pero como una vez habia sustentado que todo estaba perfecto, seguía sustentándolo sin creerlo.
Aquel era uno y por eso la capilla estuvo desierta hasta que llegaron las dos señoras. Visitación se confesaba cada dos o tres meses, no conocía a punto fijo los días fastos y nefastos, ignoraba cuándo se sentaba el Provisor y cuándo no. La Regenta venía por primera vez, «¿por qué no le había avisado?
Todo esto hacía pensar a Ferpierre que en realidad había cometido un error al emplear su ardid contra la joven: más bien debía haber dicho al Príncipe que la Natzichet se confesaba culpable. Y debía haberlo dicho cuando Zakunine estaba aún bajo el peso del dolor; entonces, probablemente, no habría tolerado que otra persona sufriera por él, y habría confesado la verdad.
No confesaba en Peñascosa sino a media docena de veteranos de la guerra civil. Los demás feligreses se repartían entre los capellanes adscritos a la parroquia: las cuatro quintas partes de las damas confiaban el fardo de sus flaquezas al irresistible D. Narciso. D. Miguel no sentía el menor desabrimiento por esta preferencia.
No comprendía aún el goce místico de la comunicación directa y sensible entre el alma y su Dios, y se confesaba con gran remordimiento que si en ella se efectuase una de estas maravillosas visiones sentiría mucho más miedo que placer. No tardó, sin embargo, en nacer en su corazón el deseo de imitarlas. De la admiración a la imitación va siempre poco trecho.
Confesaba que Gloria tenía un corazón honrado, era una mujer sin dobleces y que me amaba de todas veras; pero... su carácter ligero seguía inspirándome algún temor. «Hoy me quiere; convenido me decía . Sería capaz de hacer por mi amor cualquier sacrificio.
Palabra del Dia
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