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Actualizado: 4 de julio de 2025
Dejaréis, por tanto, seguir á la Diligencia su rumbo al Sudoeste, y vosotros tomaréis el sendero que preferían siempre los Condes de Oropesa para dirigirse á Yuste desde su mencionada villa señorial, ora cuando el famoso Garci-Álvarez iba, á principios del siglo XV, á proteger la fundación del Monasterio, ora cuando un descendiente suyo acudía, ciento cincuenta años después, á visitar á Carlos V ó á asistir á sus exequias.
Los condes y caballeros de su comitiva recibieron tambien trages proporcionados á su calidad, y todos juntos salieron despues del alcázar con grande humildad y reconocimiento. Al pié del pabellon central donde se habia apeado le esperaba una nueva sorpresa: habia mandado el sultan que le dispusieran un caballo de regalo lujosamente enjaezado con silla y brida cuajadas de oro bruñido.
El presidente marqués de Torre-Tagle y su vicepresidente don Diego Aliaga, los condes de San Juan de Lurigancho, de Castellón y de Fuente González, y otros personajes de la nobleza colonial, habían muerto víctimas del escorbuto y de la disentería que se desarrollan en toda plaza mal abastecida.
Como amigo de los condes, hallábase aún más obligado á impedir la desgracia que les amenazaba. Se determinó á ir á la rectoral y contarle lo que ocurría, bajo secreto de confesión. Los momentos críticos y decisivos. Se dió á correr cuanto más pudo hacia la casa, que por fortuna no estaba lejos.
Casi todos los cargos importantes de su corte se encomendaron á hombres ilustrados, capaces de apreciar las artes y la poesía, si ya no sobresalieron también en este concepto, como los condes de Lemos y de Villamediana . Una de las diversiones favoritas del Rey, después de cumplir con los deberes de su gobierno, á los cuales tal vez no dispensase toda la atención necesaria, era el de solazarse con improvisaciones y juegos poéticos.
Retrocediendo despues sin volver al califa la espalda, ocupó un asiento cubierto con paño de oro que le estaba preparado, y en seguida fueron admitidos á besar la mano al soberano islamita los condes y demas caballeros de su cortejo, los cuales se acercaron al trono repitiendo sus mismas postraciones, y luego se sentaron en fila dejando en el centro á su rey.
Tenemos en España muchos parientes condes y duques; un tío mío que se ocupaba de estas cosas mantenía correspondencia con ellos. Había reunido papeles antiguos de la familia; pero con las revoluciones y el haber venido a menos, se olvidan estas cosas. Allá todavía nos llaman «los marqueses». Cuando usted venga a Salta, verá en la puerta de nuestra casa un escudo de piedra.
Esta Genealogía, en la cual habla de los Condes de Bearne, son las Notas MSS que le atribuye D. Nicolás. Antigüedad del Santuario de Monserrate. Acuerdan esta obra Gomez y Rodriguez.
Y como consagración del tratado que acababan de convenir, los tres señores mojaron las diestras manos con algunas gotas de la fuente, y cada uno salpicó con ellas el césped de su dominio. Pero el buen tiempo no es duradero y los condes no conservan mucho su sonrisa y compañerismo. Peleáronse los tres amigos y estalló la guerra.
Faltaban, pues, aquella noche los duques de Astorga, que con gran acierto habían sido elegidos por el nuevo monarca para formar parte de la alta servidumbre de la joven reina; los condes de Orduña, nobles figuras del antiguo bando carlista, fiel siempre a la desgracia, y la marquesa de Lebrija, cuyo prurito de socorrer y presidir asociaciones pías habíale conquistado justamente la doble fama de caritativa y de vanidosa.
Palabra del Dia
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