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Casi todos lo conocían como su propia casa. Era el sitio obligado de las giras campestres por hallarse tan cerca y por el hermoso bosque que tenía. Los condes jamás habían negado el permiso.

Los condes de Alcaudete, cuyo estado fundó el adelantado D. Alonso Fernandez de Córdoba, hijo de D. Martin Alonso. Fueron sus primeros señores los Aguilares, por donacion que hizo el rey S. Fernando á D. Gonzalo Ibañez, que le mudó el nombre de Poley por el de Aguilar.

Por Nuestro Señor, cuanto ha que en ella vivo, gota de vino ni bocado de carne no he comido, ni he habido descanso ninguno; mas ¡tal vista tiene y tal obscuridad y tristeza! Ve y ven presto, y comamos hoy como condes." Tomo mi real y jarro y a los pies dándoles priesa, comienzo a subir mi calle encaminando mis pasos para la plaza muy contento y alegre.

No lo son menos los documentos del Caj. I, leg.ª 7 y 10, entre los cuales hay un memorial entregado á los condes de Cabra á nombre de diferentes personas que habian los agentes de Luzero llevado presas á los alcázares para que declarasen crímenes de que jamás habian tenido ni remota idea.

La Corte, desandando la Historia de España hasta llegar á su cuna, y yo, dirigiéndome á Valladolid para luego girar hacia estos montes sin historia conocida, hemos atravesado, pues, el país clásico de los Infanzones de Castilla, la tierra que pisaron los Condes, los Reyes y los Caballeros, el lugar de mil batallas portentosas y de treinta Cortes que hoy son pobres y obscuras villas.

Había pensado saludar á ustedes á su paso por la villa, pero tuve la mala fortuna de llegar á la plaza precisamente en el momento de arrancar el carruaje que estaba detenido frente á la tienda de D. Marcelino. Al pronunciar estas palabras sonrió con beatitud, y los condes siguieron su ejemplo. No por ser lejanas dejan de ser bonitas.

Pero esto nada prueba contra el duque, y si mucho contra los condes de la Oliva y de Olivares. Prueba que los dos condes son más perspicaces que , y que saben cuánto es torpe y ciego el duque de Lerma. Pero no le vencieron. Por una casualidad. El duque lo tenía previsto todo.

Don Víctor, al llegar a la puerta del parque, volvió a mirar hacia el balcón, lleno de remordimientos. Anda, anda, que es tarde murmuró Frígilis. No había amanecido. La familia de los Ozores era una de las más antiguas de Vetusta. Era el tal apellido de muchos condes y marqueses, y pocos nobles había en la ciudad que no fueran, por un lado o por otro, algo parientes de tan ilustre linaje.

Hay otra comedia, muy superior á ésta, del mismo autor, Los desdichados dichosos, en la cual, con el arte profundo de Calderón, y á la manera de éste, se dramatiza la leyenda de la fundación del monasterio de Montserrat, que se refiere en el libro antiguo popular: Historia de Nuestra Señora de Montserrat y condes de Barcelona, con los sucesos de la infanta Ritilda y el ermitaño Fr. Juan Guarín.

Oiga, Paco; no ha contado usted á estas señoras la escena de la llegada de los condes. ¡Si vieran ustedes qué bien imita á Laura! Es morirse de risa. Vamos, Paco, describa usted la escena. , , que la describa dijeron todos. Ahora estamos jugando; más tarde repuso Paco. No, no, ahora clamaron todos.