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En ninguna de las casas señoriales sevillanas se conservan ni aquéllos ni éstas. Han desaparecido; sin embargo, hace años, vimos en la casa de los señores Condes de la Mejorada, en calle Bustos Tavera, una chimenea, de sencilla traza, adornada con yeserías de estilo renacimiento, y ésta, hay que suponer que no sería la única que hubo en la ciudad.

El ilustre funcionario adquirió nuevamente el favor que había perdido en Palacio, y no pudiendo lograr que un Príncipe apadrinara sus felices bodas, encontró marqueses y condes que se ofrecieron con bonísimo talante a hacerlo. ¡Ejemplo admirable de las recompensas que el cielo da a la gente amaestrada en el supino arte de la vida! La boda se fijó para últimos de Setiembre.

El primero es D. Marcelino, el mismo que cuatro horas antes había salido de su tienda y, con riesgo inminente de la vida, había detenido los caballos del carruaje en que iban los condes, tan sólo por el placer de ofrecerles una copa de Jerez y una rosquilla de Santa Clara.

Don Carlos, padre de Ana, era el primogénito de un segundón del conde de Ozores. Don Carlos tuvo dos hermanas, Anunciación y Águeda, que con su padre habitaron mucho tiempo el caserón de sus mayores. La rama principal, la de los condes, vivía años hacía emigrada.

La cosa era inaudita, porque yo no le conocía ningún novio. Pero entonces lo arreglaban todo los padres, y lo raro es que a veces no salía del todo mal. Pues un joven de gran familia pidió su mano, y mis amos se la concedieron. Este joven vino a casa acompañado de sus padres, que eran una especie de condes o marqueses, con un título retumbante.

En este número pueden ponerse Camoens, Gil Vicente, Bernardín Riveiro, Mousinho de Quevedo, el P. Vieira y dos condes y una condesa de Ericeira. Otros son tan ilustres y tan dignos de serlo en Portugal como en Castilla; así, por ejemplo, Sa de Miranda.

Mas á pesar de tales y otros defectos, no es posible negar que era un perro simpático y de excelente fondo. Desde la llegada de los condes á la Segada, había experimentado su vida algunas modificaciones que no eran de su gusto.

Y aquel con quien va es el Marqués de Ayamonte, estirado título de Castilla y Zúñiga de varón; y no menos que él es ese que viene en ese coche, el Conde de la Puebla del Maestre, que tiene más maestres en su sangre que condes, mozo de grandes esperanzas, y lo fuera de mayores posesiones si tuviera de su parte la atención de la Fortuna.

Si desde el principio del siglo XVI el pueblo comenzó á luchar por su independencia contra obispos y condes, la reforma religiosa fué la que le aseguró su autonomía civil, lo mismo que su emancipacion respecto de Roma.

Idolatraban a Pío IX, y tenían un título romano. Eran Condes de San Teódulo.