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Pero Maximiliano se prestó a desempeñar aquel servicio doméstico, y bajó más pronto que la vista. Media hora después estaban sentados a la mesa en amor y compaña; pero en aquel instante se vio Fortunata acometida bruscamente de unos pensamientos tan extraños, que no sabía lo que le pasaba. Ella misma comparó su alma en aquellos días a una veleta. Tan pronto marcaba para un lado como para otro.

, ya salió y saldrá siempre, porque veo en tu rostro la misma expresión dulce, grave, protectora que en las estatuas de las diosas; porque no hallo en el mundo ninguna mujer que se parezca a ti, y sobre todo, te comparo a ellas porque no tengo nada más hermoso a que compararte. Carlota sonrió y le tendió su mano por encima de la mesa.

Creyente sincero y de entendimiento poderoso, fue estudiando, fijándose en todo, y apoyado como en fuerte palanca en su ideal, comparó y juzgó las cosas de la vida. Traía en su alma esa profunda fe que, a semejanza de ciertas piedras preciosas, va siendo más rara cada día.

Pablo Aubry de Chanzelles había dicho la verdad cuando se comparó a Juan Durand. La impresión de piedad que sintió al contemplar al niño desgraciado, provenía en gran parte de que, como él, había conocido el abandono, el desprecio, la indiferencia y la miseria.

Allá por los años de 1790, los Porreños eran muy ricos, tenían gran boato y gozaban de mucha preponderancia en la Corte. Entonces Paz tenía diez y nueve años, y era tan fresca, robusta y coloradota, que un poeta de aquel tiempo la comparó á Juno.

Me castigas porque me demuestras la diferencia; te comparo con ella, y si pierdes en la comparación, échate a ti la culpa... Para concluir, si vuelves a pronunciar delante de una palabra sola referente a mi mujer, cojo mi sombrero... y no vuelves a verme más en todos los días de tu vida».

Yo le comparo a una máquina que tarda en calentarse, pero que, cuando al fin hierve, es siempre de temer una explosión. »Con toda sinceridad le confieso que no quisiera ver esa prosa mezclada a la poesía, sobrado delicada para no empañarse a su contacto.» «Dios me ha escuchado al fin. ¡Gracias, Dios mío!

Esta frase suya hizo fortuna y por mucho tiempo Ben Zayb la estuvo parafraseando y con él toda Manila, la Manila pensadora la celebraba; la frase llegó hasta la Corte, se citó en el Parlamento como de un liberal de larga residencia, etc., etc., etc., y los frailes, honrados con la comparacion y viendo afianzado su prestigio, le enviaron arrobas de chocolate, regalo que devolvió el incorruptible don Custodio, cuya virtud inmediatamente Ben Zayb comparó con la de Epaminondas.

Cada qual de por será coluna, Que sustente y levante el edificio De Febo sobre el cerco de la luna. En esta ciencia es marabilla nueva, Y en la Jurispericia unico y raro, Su nombre es DON FRANCISCO DE LA CUEVA. Este, que con Homero le comparo, Es el gran DON RODRIGO DE HERRERA, Insigne en letras, y en virtudes raro.

Dispierto, pienso en lo que hice, en lo que hago, en lo que haré: recuerdo los sueños y los califico de ilusiones, y los juzgo como especies inconexas, extravagantes, y los comparo con el órden y la consecuencia de lo que se me ofrece en la vigilia.