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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Está pintando respondió el criado mirando con sorpresa y curiosidad los ojos llorosos de doña Paula. Dile que deseo hablar con él. Mientras el doméstico fué a avisar a su señor, doña Paula creyó que las fuerzas iban a faltarle. Comenzó a sentir los síntomas primeros de una de aquellas sofocaciones que de vez en cuando le daban.
En esto comenzó la gente á enfermar y morir á más furia quel mes pasado, y los de la ciudad, desdeñados del estrago que se les había hecho y hacía en la campaña, no querían acoger los enfermos, y ansí murieron muy muchos por dejados, como los dejaban á la marina al agua y sereno.
Comenzó a componer endechas y letrillas que hubieran podido servir para Nuestra Señora, y largos y conceptuosos discursos con que pensaba abordar a su amada, en la primera ocasión. Algunas noches, apagando la luz de su aposento, pasábase horas enteras asomado a la ventana.
La espera interminable embotaba los sentidos, dificultando toda emoción. Por esto no hubo gritos de triunfo ni exclamaciones de protesta, cuando comenzó á iniciarse la ventaja del barrenador lento é incansable, sobre el Chiquito que hacía temblar la piedra bajo el rayo de su palanca. Aresti presentía este suceso desde mucho antes.
Luego la seguía con gritos de alegría hasta la plazoleta donde se alzaba la casa de D. Félix. Huyósele á éste por completo la tristeza del alma al escuchar las esquilas y los mugidos de su ganado. Salió á la puerta con faz sonriente y comenzó á examinar sus vacas y á charlar animadamente con los dos zagalones que las conducían, haciéndoles mil preguntas y encargos.
a morir otra vez y mil, libando el néctar delicioso de tu aliento en la fresca amapola de tu boca. Huérfano muy niño, se trasladó a Manila en 1892. Allí estudió Derecho y comenzó a cultivar las bellas letras.
Despues comenzó el canto, y los himnos entonados por seiscientas ó mas voces femeninas de muy diversos tonos llenaron la iglesia y la plaza circunvecina de una armonía melancólica y singularísima que nos impresionó mucho. Dos palabras mas para terminar este capítulo que se prolonga demasiado.
Por fin, la afición a la historia y el interés que, apenas comenzó a hombrear, mostró para seguir en conversaciones o lecturas la marcha de los sucesos políticos tan agitados en aquel tiempo le hicieron inclinarse a la abogacía, carrera en que la antigüedad de los pueblos, la política, el derecho y las letras, aparecían a sus ojos formando, no un camino más o menos ancho, sino un conjunto de senderos que podían llevarle a suertes prósperas y varias.
El duque pasó, como solía cuando por casualidad iba por allí, sin dignarse arrojarles una mirada, y se fué derecho al pequeño departamento donde Calderón solía estar. Mucho antes de llegar a él comenzó a decir en voz alta: ¡Caramba, Julián! ¿cuándo saldrás de esta cueva? Esto no es una casa de banca; es una cuadra.
El doctor tomó el instrumento, se lo puso sobre el pecho y aplicó el oído. Tosa usted... así... no tan fuerte... Ahora respire usted con fuerza y acompasadamente. Hubo un largo silencio. Vuélvase usted un poquito... así... Tosa usted otra vez... Basta... Respire usted con fuerza... Nuevo silencio, durante el cual el enfermo comenzó a acariciar una idea horrible. Ahora hable usted.
Palabra del Dia
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