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Actualizado: 5 de mayo de 2025
El capitán debía gozar fama de rico, ahora que todo el mundo hacía comentarios sobre los formidables negocios realizados por los dueños de buques. «No iré», volvió á decirse con energía. Consideraba una molestia inútil acudir á esta entrevista, para encontrar la sonrisa mercenaria de un rostro conocido y olvidado.
A estos comentarios en voz baja se unían las exclamaciones laudatorias de algunas viejas, adorando con sus ojos á la victoriosa. «¡Qué simpática!... Una gran señora. ¡Y tan bella!... ¡Que la suerte le acompañe!» Se movió un hombro negro sobre el cual asomaba su cabeza el príncipe, y éste vió la cara de Spadoni junto á sus ojos.
Aunque la idea del acabamiento de la monarquía sonaba siempre en el cerebro del buen hombre como una idea absurda, algo así como el desequilibrio de los orbes planetarios, siempre que en un café o tertulia oía vaticinios de jarana, anuncios de la gorda, o comentarios lúgubres de lo mal que iban el Gobierno y la Reina, le entraba un cierto calofrío, y el corazón se le contraía hasta ponérsele, a su parecer, del tamaño de una bellota.
Además, era un coronel aunque nadie sabía de qué ejército , un «técnico», incapaz de expresarse caprichosamente. Y muchos se trasladaban sin perder tiempo á las salas de juego para repetir sus comentarios, como personas bien informadas. El príncipe se alejó, temiendo cortar con su presencia este triunfo profesional, que se repetía todas las tardes.
El jardín, momentos antes despoblado, vomitaba personas por todas sus aberturas. Al aproximarse al grupo, pudo oir los comentarios de varios curiosos sueltos que instruían á los que llegaban. Un oficial convaleciente... Iba paseando con una señora... De pronto, cae redondo... lo mismo que si lo hubiese herido un rayo... Ahí está.
Es verdad que los padres de Trento pronunciaron acerca del uso i autoridad de los testos hebreo i griego, que su mente i voluntad fué solo decretar que en atencion al respeto con que desde los primeros siglos de la Iglesia estaba recibida la Vulgata, i á que en ella no habia cosa opuesta á los dogmas de la religion ni á las buenas costumbres, de allí en lo sucesivo los espositores de la sagrada Escritura en sus comentarios, glosas ó escolios, los maestros en sus lecciones i disputas, i los predicadores en sus pláticas ó sermones, se sirviesen de la Vulgata, con absoluta esclusion de las otras versiones latinas.
Los comentarios que se hicieron, infinitos. Se forjaron mil hipótesis sobre el caso. Ni faltaba tampoco quien supusiera que D. Álvaro y su esposa hacía tiempo que mantenían correspondencia, y que era ella quien resistía venir a visitarle hasta la hora presente.
La imaginación siempre exaltada de los madrileños aderezó el hecho con interpretaciones y comentarios, y unos vieron en él un manejo político, otros una rivalidad femenina, algunos una señal de reconciliación entre el mundo devoto y el profano, y varios, los que se decían más enterados y eran más hábiles en aquello de ajustarle las cuentas al prójimo, vieron, por el contrario, una emboscada peligrosa que la más inflexible de las beatas tendía a la más tolerante de las pecadoras; un reto del calendario piadoso a la mitología pagana; un combate singular entre la marquesa de Villasis, que arrojaba el guante, y la condesa de Albornoz, que se apresuraría sin duda a recogerlo.
El escándalo fue grave y tuvo en Sevilla, con ser gran población, mucha resonancia. Los periódicos se apoderaron de él e hicieron comentarios nada halagüeños para la familia de Gloria.
Es la manera más práctica de evitar los comentarios de los habladores, siempre en acecho. El tapiz de la abuela pasa a los ojos de todos por una maravilla, que los amigos de nuestros amigos están en la obligación de venir a admirar. Así todo será natural para Celestina, y nos evitará una crisis de indignación de su parte, que no dejaría de ocurrir si ella supiera...
Palabra del Dia
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