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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Entonces le rogué que se sentara a escucharme, y comencé la lectura. Cuando llegué a las últimas líneas me rogó, con los ojos humedecidos, que se las explicara. Las últimas líneas, anteriores a nuestro matrimonio, dicen así: »El Conde es más joven que papá: tiene cuarenta y cuatro años. Yo no si esto me agrada o me desagrada. »Yo se las he explicado como mejor he podido.

Era una angosta escalera de caracol. Comencé a subirla, y no terminaba nunca... Es realmente curioso pensaba mientras subía que una casa tan baja, de dos pisos, tenga una escalera tan alta... como de diez... de veinte... de cien pisos...

Levantéme, aunque tarde, hambriento y soñoliento, sin saber dónde estaba, que aún me parecía cosa de sueño; cuando vi que eran veras, dije entre : "Echada está la suerte, vaya Dios conmigo", y con resolución comencé mi camino; pero no sabía para dónde iba ni en ello había reparado.

Todas las noches, al dar gracias al Señor por el día que había pasado con felicidad, yo pensaba en las cosas que habían sucedido, en lo que había dicho, en lo que había pensado; pero en cuanto a escribir no sabía por qué parte comenzar; pues todos los días eran iguales. Entonces esperé a hallarme en casa; y por fin comencé.

«Efectivamente, Magdalena volvió a sentarse sin aparentar cansancio, y con semblante tranquilo y revelando alegría, se acomodó en el sillón. Yo comencé a retardar el compás y la vi inclinar hacia atrás la cabeza, y cerrar los ojos.

Yo, que el modo de llamar, comencé a dar voces y dije: "¡Oh cuerpo de Dios, ama! ¿No hubiérades muerto un hombre o hurtado moneda al rey, cosa que yo pudiera callar, y no haber hecho lo que habéis hecho, que es imposible dejarlo de decir? ¡Mal aventurado de y de vos!" Ella, como vió hacer extremos con tantas veras, turbóse algún tanto, y dijo: "Pues, Pablos, ¿yo qué he hecho?

Mi resolución acabó de afirmarse al leer en los periódicos que Rodolfo V iba a ser coronado solemnemente en Estrelsau tres semanas después y que la ceremonia prometía ser magnífica. Decidí presenciarla y comencé mis preparativos de viaje sin perder momento.

»Antes que él saliera de la admiración de verme allí, y eso que lo sospechaba por el carruaje que aguardaba en la calle, comencé yo a darle cuenta, en voz muy baja y con el mayor laconismo que pude, de todo lo que le interesaba saber sobre lo que ocurría en mi casa y en la suya. ¡Pobre chico! ¡Qué rato le di y qué horas le preparé! «Pero ¿por dónde se supo? ¿Qué mano ha escrito esoLa misma pregunta que arriba; la misma que me hacía yo. ¿Y quién podía indagarlo mejor que él?

Quiso Dios cumplir mi deseo, y aun pienso que el suyo, porque, como comencé a comer y él se andaba paseando llegóse a y díjome: "Dígote, Lázaro, que tienes en comer la mejor gracia que en mi vida vi a hombre, y que nadie te lo verá hacer que no le pongas gana aunque no la tenga." "La muy buena que tienes -dije yo entre - te hace parecer la mía hermosa."

Palabra del Dia

ciencuenta

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