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Actualizado: 4 de octubre de 2025
Una ley suntuaria de Carlos V, del año 1534, prueba cumplidamente que no era tan pobre el aparato escénico de los teatros de esta época como acaso se piensa . Después de hacer ciertas prohibiciones generales, relativas al lujo de los trajes, añade: «Item mandamos que lo que cerca de los trajes está prohibido y mandado por las leyes de este título, se entienda asimismo con los comediantes, hombres y mujeres, músicos y las demás personas que asisten en las comedias para cantar y tañer, las cuales incurren en las mismas penas que cerca de esto están impuestas.» Es por tanto evidente que cuando se cree necesario dar estas leyes acerca de los trajes, señal indudable de su lujo y riqueza, no sería insignificante el personal de las compañías.
Entre los individuos de las compañías de comediantes, se encontraba un poeta, ya para arreglar y retocar piezas antiguas, ya para componerlas nuevas . La costumbre generalizada hasta esta época, de que los actores escribiesen comedias, fué cayendo en desuso á fines del siglo XVI, á medida que eran mayores las excelencias que se buscaban en las obras dramáticas.
Publicose Certamen Poético para los ingenios con premios de valor: hubo riquísimos altares, arcos triunfales y carros de caballos que representaban la fé al Modo Romano, haciendo las figuras los comediantes con música. Tres días antes hubo luminarias y comedias públicas cada día en la calle.»
Tratamos de averiguar la causa, y después de mil ruegos, hasta del señor Obispo que le quería mucho, pudimos arrancarle estas palabras: «Señores, tenemos comediantes en la ciudad»; palabras que hicieron en la tertulia una impresión desagradabilísima, porque faltaban diez y siete días para la cuaresma, y el pueblo, con la guerra y con las ideas locas que se iban apoderando de la gente, más que comedias necesitaba sermones.
Los comediantes representaron tres días seguidos, y fué tanta la concurrencia y tan grandes las apreturas, que algunos murieron sofocados. Gran deleite, según parece, recibe este pueblo de tales espectáculos, sin duda porque los españoles son los más aficionados á ellos en todo el mundo.»
Y, aparte el respeto que se le debe, Adam Smith se equivocó al suponer que los comediantes, cantores y bailarines, ganaban mucho dinero en compensación del decoro que perdían en su oficio, el cual, si fuese más honrado, sería ejercido por más personas hábiles, y esta concurrencia haría bajar el precio.
El otro era un caballero de mediana estatura y edad, delgado, pálido, ojos hermosos, de mirar suave y humilde, cara rasurada enteramente, a semejanza de los clérigos y comediantes; frente espaciosa, aumentada por una calva brillante, y modales tímidos.
No se acudió á tiempo por los dependientes de la escena y con extraordinaria rapidez levantóse la llama, que llegó hasta el techo, el cual pronto comenzó á arder, causando el asombro, la confusión y la angustia en el público y en los comediantes.
Los comediantes que se hallan á disgusto en Madrid, buscan en provincias compromisos ventajosos; y otros, por el contrario, que pasaron en ciudades de segundo y tercer orden la primera mitad del invierno, regresan á la corte con propósitos de éxito y de lucro.
Pero don Víctor comprendió que el cómico en España no vive de su honrado trabajo si no se entrega a la vergüenza de servir al público el arte en las compañías de comediantes de oficio; comprendió además que él necesitaba con el tiempo crear una familia, y entró en la carrera judicial a regañadientes.
Palabra del Dia
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