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A todos alcanzaba algo de responsabilidad en esta muerte; pero cada uno, con hipócrita egoísmo, atribuía al vecino la principal culpa de la enconada persecución, cuyas consecuencias habían caído sobre el pequeño; cada comadre inventaba una responsabilidad para la que tenía por enemiga.

¡Polaina, señá Frasquita!... Si te lo llegas a dar , ¿eh, comadre?... Te desbaratas en treinta y dos partes, lo mismo, lo mismo que un rompecabezas... ¡Saltar así a los sesenta y cinco años!... ¡Polaina!... Pero se acordaba él de otro salto aún más mortal todavía: el que dio cierto barbián amigo suyo, desde el almuerzo de un lunes a la comida de un jueves, sin tropezar siquiera en un garbanzo.

Tarda, porreta.... Estas primerizas, como no saben bien el camino... Y la comadre hizo que se reía para manifestar tranquilidad; pero un segundo después añadió : Puede ser que... porque uno no quiere embrollos ni dolores de cabesa, ¿oyes?

Viniendo de la iglesia una mañana Que habia sacrificio celebrado, Una comadre mia, Mariana, De su pequeña choza me llamaba En una isla, antes la tirana Le habia á su marido sepultado: Y oid lo que me dice muy gozosa, Aunque del hecho suyo recelosa.

El hombre prudente debe ir haciendo una serie de sabias adulaciones desde la Universidad hasta el paraíso. Con un compadre en el barrio, y una comadre mística en las alturas, el porvenir del licenciado está seguro. Por eso, libre de torpes supersticiones, dije familiarmente al individuo vestido de negro: ¿Realmente me aconsejas que toque la campanilla?

Bah... no tenga usted cuidado... ese chico me dijo que se trataba de un lance muy peligroso, y me traje los chismes... no para qué: una muchacha como un castillo, con formación admirable, una versión que se hizo en un decir Jesús.... Estamos concluyendo. Ahora la comadre basta, pero yo seré testigo. Lavose las manos mientras esto decía, y tornó a su puesto.

Pues atiende: dicen remedando la niña el gorgeo de las golondrinas, se puso a decir con celeridad: Comer y beber: buscar emprestado, y si te quieen prender ¡por no haber pagado, huir, huir, huir, huiiiir, comadre Beatriiiiz. ¿Por eso se van? preguntó Anís. Por eso afirmó su hermana. ¡Yo las quiero más...! dijo Pepa. ¿Por qué? preguntó Anís.

Para designar á un ser bárbaro y sanguinario, todavía los griegos modernos le apodan «Catalán», y en Morea toda comadre violenta y reñidora se ve insultada por sus vecinas con el nombre de «Catalana».

Un día, en el Palacio de Justicia, había podido convencerse de esta animosidad general, que empujaba á su defendida hacia los fusiles de la ejecución. La mujer encargada de guardar las togas, verbosa comadre familiarizada con el trato de los abogados ilustres, le había hecho conocer sus opiniones rudamente.

Feli le consultaba con inocente confianza, como si estuviese en presencia de una comadre del barrio. El señor Vicente no era un hombre: la locura religiosa le excluía del sexo. Se lamentaba al hablar con él de la inquietante hinchazón de su vientre. Le comunicaba su terror. ¿Era aquello natural?... ¿Qué opinaba el buen hermano?