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18 Y estando él hablando conmigo, caí dormido en tierra sobre mi rostro; y él me tocó, y me tornó en mi estado. 23 Y al cabo del imperio de éstos, cuando los prevaricadores estan en su colmo, se levantará un rey altivo de rostro, y entendido en dudas.

No sabe por qué lo hace; todavía es sólo el sentimiento el que le dice: eso se relaciona con mi falta. No creo en una falta gritó Roberto en el colmo de la agitación.

Nada, nada, ya verá uté cómo eso se arregla y le casamos en seguidita. ¡Vaya con don Ceferino, llegar a Sevilla enamorado ya de una sevillana! Ya ve usted... y siendo yo gallego. ¿Cómo gallego? exclamó cambiando repentinamente de expresión, en el colmo del estupor. ¿Pues no me había dicho hace un momento que era poeta? Bueno, soy poeta y gallego a la vez.

No tenía a nadie; estaba mal cuidado, y para colmo de infortunio caí en manos de médicos desaprensivos. Cuando pude levantarme me fui a Valencia.

Ya Salomé se había acercado á la cómoda donde Clara guardaba su escaso ajuar, y recogía todo formando un lío. No tengas cuidado, Paz decía entre tanto; yo estoy registrando su ropa, no sea que se lleve alguna cosa. No se lleva nada. ¡Señoras de mi alma! dijo Clara en el colmo de la desesperación.

»En aquel momento llegó Teobaldo, y ambos nos arrojamos a sus brazos... », son ustedes muy desgraciados nos dijo, procurando darnos una esperanza que él mismo no tenía, mezclando a los consuelos de la amistad los de la religión. »Durante dos días le vi ocupado solamente en calmar la desesperación de Carlos, que, en el colmo de su desventura, nada quería escuchar.

Su ya larga existencia la tenía consagrada a husmear los matrimonios en desgracia, y acabar con ellos. Era su especialidad. Dos o tres duelos, uno de ellos con el conde Jacobo de Lerne, que habíale llamado el tiburón de los salones, habían puesto el colmo a su reputación.

Al tercer día de andar en brega con estas dudas y sospechas, tomando muy poco alimento, sin dormir, llena de fiebre y medio trastornada, Isidora llegó al colmo de la crisis.

Un silencio profundo reinaba en la finca y, para colmo de tristeza, una lluvia torrencial, que había empezado en Clères, al salir del tren, borraba el horizonte en una bruma gris.

En él se ganó el cariño y la estimación de su Director y estrechó la amistad con Fermín Valdés Domínguez, quien le abrió su casa acomodada, le prestó sus libros y le colmó de sincero afecto.