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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Faltábale tiempo al de Madrid, en cuanto se levantó á la mañana siguiente, para correr por la solana, tumbarse bajo un nogal y caminar errante por las mieses; para gozar, en fin, con la loca expansión de un colegial en vacaciones.
Nos el Dr. D. Cristóbal Damasio, canónigo de la insigne Iglesia colegial del Sacro Monte Ilipulitano Valparaiso, extramuros de la ciudad de Granada, inquisidor ordinario y Vicario de esta villa de Madrid y su partido, etc.
Con frecuencia, cuando yo era un colegial libre, subía corriendo ese sendero para bajarlo después en pocos saltos; á veces, también me aventuraba alejándome algo por el llano, hasta perder de vista el bosquecillo de la fuente; pero en un ángulo del camino me paraba sorprendido y sin aliento para ir más lejos. A mi lado veía abierto un abismo en forma de embudo, lleno de parras y zarzas enlazadas.
Mira de Mescua, capellán de los Reyes de Granada; el licenciado Mejía de la Cerda, relator de la Chancillería de Valladolid; el licenciado Navarro, colegial de Salamanca; D. Francisco Quevedo Villegas, caballero de la Orden de Santiago, señor de la villa de la Torre de Juan Abad; Luis Vélez de Guevara, gentilhombre del conde de Saldaña; D. Luis de Gonzaga, prebendado de la Santa Iglesia de Córdoba, y Lope de Vega Carpio, secretario del duque de Alba y del conde de Lemos.
Temblaba yo al apearme del caballo; estaba yo rojo como una guindilla, y las miradas de cuantos en aquel instante me veían se me antojaron hostiles y burlonas, particularmente las de cierto mancebo muy gallardo que conversaba con otros empleados a la puerta del «rayador». Mirábame de pies a cabeza, con cierta insistencia insolente y tenaz, como sorprendido de mi ridículo aspecto de colegial convertido en jinete.
¡Y pensará el simplón que no le he sorprendido el contrabando! díjose, muy aparte, el marqués, cuando se enteró de todos estos tejemanejes . ¡A mí con esas disculpas de colegial! ¡Al que ha sido cocinero antes que fraile! ¡Semejante majaderote! ¡Como si tuviera el lance nada de particular, o nos interesara a nosotros cosa alguna!
Los espías también podían ser obsequiosos con sus suegras... Sin darse cuenta, Krilov, automáticamente, volvió a la casa donde había entrado la estudianta, y ni aun lo advirtió. Sólo sabía que era tarde, que estaba rendido y que tenía ganas de llorar, como un colegial castigado. Luego alzó los ojos, miró la casa y la reconoció. «¡Sí, es la maldita casa! ¡Qué aspecto más desagradable!»
Y tú, Atilio dijo con tono de reproche , te emocionas por esa especie de virago de voz suave... Tú crees en el amor como un colegial. Castro adoptó un tono fríamente agresivo. De él podía decir el príncipe lo que quisiera; ¡pero llamar virago á la otra!... ¿con qué derecho? Ocultó, sin embargo, la verdadera causa de su enfado, fingiéndose herido por la alusión á su credulidad.
En efecto, él era quien sostenía esta conversación latina con otro colegial no menos travieso, valiéndose para ello de una especie de comunicación postal establecida debajo de las carpetas por medio de un hilo corredizo que funcionaba de un puesto a otro a escondidas de los demás colegiales y de los padres. Ambos amigos afectaban hallarse muy ocupados en sus tareas estudiantiles.
D. Martín Ferrer, natural de Daroca, provincia de Zaragoza, fue Colegial Mayor de San Ildefonso en Alcalá de Henares y Canónigo de la metropolitana de la capital de Aragón: en 1593 fue electo Obispo de Albarracin en donde permaneció tres años y algunos meses, dando ejemplos de su piedad con los pobres socorridos por sus limosnas; a su costa se edificó la torre de aquella Catedral, Iglesia que nunca olvidó pues en 1604 dotó competentemente la solemnidad de la octava de la fiesta al Smo.
Palabra del Dia
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