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Actualizado: 27 de junio de 2025
De esto precisamente se había llegado a tratar en la salona, cuando se abrió la puerta cerrada antes por el Cura y apareció éste con sobrepelliz y estola preguntando por el monaguillo que había venido con él y debía de andar por la cocina.
Por la noche me dijo Chisco asaltándome en el pasadizo que seguía yo para ir a la cocina, de la cual salía él: ¿No tenía usté ganas de probarse un pocu en algu de caza mayor? Respondíle que sí, temblando sin saber por qué, y añadió: Pos a la manu tien la proporción de eyu. Explícate le dije algo nervioso, sin duda por el exceso de mi curiosidad. Se ha vistu el osu. ¿En dónde?
El pastor recordó en seguida la historia espeluznante que había oído en la cocina de «El Encinar» y tuvo miedo...; pero no hay que decir lo que sentiría cuando vio detrás del loco, a quince o veinte pasos, aparecer también cinco lobos grises, dos de ellos grandes y tres pequeños.
En aquel tiempo frío, la cocina se convertía en tertulia, casi exclusivamente compuesta de mujeres.
Quedaban fríos hasta la mañana siguiente los hornillos de la cocina. No había más resplandor que el de la lumbre de la bitácora; y al encenderla, el paje de guardia decía, según costumbre: «Amén y Dios nos dé buenas noches; buen viaje, buen pasaje haga la nao, señor capitán y maestre y buena compaña».
Precisamente las más talludas eran las que con más furor se entretenían en este graciosísimo simulacro de la vida doméstica, vistiendo y desnudando mujercitas de porcelana y estopa, arropando bebés con ojos de vidrio y moviendo los trastos de una cocina de hojalata o de un gabinete de cartón.
Apeóse en la puerta de la casa donde había nacido, y no tuvo necesidad de llamar, porque encontró su puerta franca de par en par. Algunas mujeres pasaban de la cocina á una sala baja muy atareadas, y entre ellas apareció una anciana. ¿Vive mi hermano? dijo Montiño, adelantando hacia aquella mujer.
Bien está; ¿pero no será mejor que antes bebamos unos vasos de sidra y os refresquéis un poco? Los enviados cedieron con gratitud. Nolo entró en la cocina de su casa y salió con algunas tajuelas. Sobre ellas se acomodaron los viajeros á la sombra del árbol. No tardó en llegar la tía Agustina con un jarro de sidra.
Y no se crea que Juana sabía sólo hacer los guisos locales, sino que también había importado y añadido a la cocina indígena no pocos platos forasteros de más o menos remotos países, entre las cuales platos o manjares descollaban los celebérrimos bizcochos de yema, que sólo hacían unas monjas de Ecija, de cuyo secreto tradicional no se comprende por qué arte o maña prodigiosa ella había sabido apoderarse.
Por todas partes siembras, ranchos y cabañas. Y de flores, ni se diga! He visto unas en los troncos de los árboles, y otras, enredaderas, que son para alabar a Dios. Y eso que estamos todavía en invierno. ¿Qué será en Abril y Mayo? Al otro día me puse a arreglar la casa. ¡Estaba atroz! Francisca no sirve para nada. La pobre está vieja y enferma. No la saques de la cocina, porque no hará nada.
Palabra del Dia
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