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Actualizado: 27 de junio de 2025
Dios la perdonara. El caso es que recurría en el apuro a la cocina de Vegallana, u otra de buena casa, las más veces a aquella. Allí se hacía todo.
¡A mí! replicó Fortunata sentándose en la silla de la cocina, junto a la mesa de pino blanco . ¡Qué confianzudo está el tiempo! Y usted, ¿para qué se ha metido allá, sin más ni más?... ¿Qué sabía usted si a mí me gustaba o no me gustaba entrar en relaciones...? Yo... señorita... calculé que... Nada, estoy vendida... pensó Fortunata , y esta mujer es el mismo demonio.
Recorrieron después algunos gabinetes destinados a los forasteros que viniesen de huéspedes a la casa; pasaron a los cuartos de las muchachas; bajaron a la cocina, que estaba en un entresuelo, y tornaron a subir sin obtener resultado.
Sin responder a la salutación que le hice en la cocina, adonde había ido el infeliz desde la cama, me dijo, porque estábamos solos en aquel momento: Como ya habrás leído los papeles que te entregué ayer tarde, por lo menos el principal de todos, quiero, y así te lo mando, que no me hables una palabra ahora ni después ni nunca, de esos particulares ni de ningún otro que sea pariente de ellos.
Estaba invitado a almorzar en Valldemosa. «¡Arriba!» La mañana era de las mejores de primavera; en el jardín de la casa chillaban a coro los pájaros sobre las ramas florecientes, mecidas por la brisa que enviaba el vecino mar por encima de la muralla. La criada se fue, camino de la cocina, al ver que el señor se decidía al fin a echarse fuera de la cama.
A un lado hay una puertecita interior que comunica con la cocina, estrechísima y ahumada; en el fondo hay otra que conduce á la alcoba, y mas adentro se ve un dormitorio para los muchachos y alguna despensa ó cuarto particular.
En casa de Visita faltaban los moldes de cierto flan invención de la difunta doña Águeda Ozores; además, el horno de la cocina no tenía tanto hueco como el de la cocina de la Marquesa; en fin, no le adornaban otras condiciones técnicas, que no entendían ellos.
Vente y lo verás repuso el mayorazgo saliendo de la cocina y llevando por delante á su amigo.
Y tu madre es peor que tú. La última frase la decía Antoñuelo para desafiar también la cólera de Juana, que entraba en la sala de vuelta de la cocina. ¡Ay niña, niña! dijo Juana . ¡Qué paciencia la tuya! ¿Por qué aguantas los insultos de este animal de bellota, las coces de este mulo resabiado?
Convinimos, a mis ruegos, en que por aquella noche quedaran las cosas como estaban, cenando en adelante en la perezosa y dejando la mesa del salón para la comida del mediodía; bajóse de su pedestal don Pedro Nolasco, y salimos de la cocina los cuatro comensales en ringlera, siguiendo a Tona que nos alumbraba el camino con el candil que había descolgado de la campana de la chimenea.
Palabra del Dia
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