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Actualizado: 20 de julio de 2025


Le estoy viendo abrir las gavetas como quien quiere y no quiere, coger el taleguito en que tiene los billetes, ocultándolo para que no lo vieras ; le veo sobar el saquito, guardarlo cuidadosamente; le veo echar la llave... Y el muy cochino se descuelga con una porquería.

Parecía que a cada uno le acababan de robar el honor de su hija. ¡Morral, ladrón, gran cochino! ¡Así te ahorquen por los pies! ¿Eres el que recibías los toros? ¡A la cárcel con ese pillo! Señor presidente, ¿para cuándo quiere V. la Guardia civil?

Al entrar en el estanco, Frasquita, solemne y triunfadora, levantó la trampilla del mostrador, y dejando paso a Quintín, al par que le señalaba la silla puesta junto al brasero, en la trastienda, dijo con voz reposada y grave: Viciosote; usted, que siempre estaba en casa, flojo y alicaído, como bandera en día sin viento, ¿salía a presumir fuera? ¡Ya te daré yo querindangas! ¡Cochino! ¡Mientras yo viva, no saldrás a la calle más que conmigo!

Ratos había en que se quedaba embobado, despachando automáticamente lo que le pedían, hasta que la severa y desapacible voz de Frasquita venía a turbar sus arrobos con frases crueles. ¿En qué piensas, burro? solía decirle ; ¿te estás acordando de aquella sinvergüenza? ¡Cochino! Otras veces era más expresiva y humillante.

Con mil perífrasis sutiles y con diez mil ingeniosos rodeos le hizo conocer, sin decírselo, que era lo que vulgarmente llamamos un cochino, y logró hacer en él, con la magia de su persuasiva elocuencia, lo contrario de lo que hizo Circe en los compañeros de Ulises, a quienes dio la forma del mencionado paquidermo.

Ahora, por lo pronto, algo he de hacer con él..., ¡cochino!, y con esta pícara que se me va de entre las manos. ¡Un hombre que pone un gabinete como aquel para una cita nada más, y luego me niega cuarenta duros!... Lo salado sería que yo llevase allí a Carola, pero no para hacer una comedia, sino para pasar una tardecita de juerga en los muebles que él ha pagado. ¡Hay allí unos almohadones! ¡Buena broma llevar mi pájara al nido que él fabricó para la suya!

Yo quiero lo mío. No moriré tranquilo, señor Coliñón, hasta que no sepa que han dado garrote vil al bandolero de Hurtado, que me robó el fruto de mis privaciones. Y usté sabe, señor Coliñón, que Belarmino me debe dinero. Usté fué socio de Belarmino. Usté debe pagarme ese resto de crédito. Varias voces: El bandolero eres . Y ladrón. Cochino. Abrenuncio. Fétido.

A ver zi te callaz; cochino carca le dijo el sargento. Si yo no digo nada replicó Bautista. Zi te siguez riendo azí, te voy a clavá como a un zapo. Bautista tuvo que ir a un rincón a reirse, y la superiora y el sargento siguieron su conversación. Al mediodía llegó un coronel, que al ver a Martín le saludó militarmente. Martín le contó sus aventuras, pero el coronel al oírlas frunció las cejas.

Miraba Julián las huellas de la incuria de su antecesor, y sin querer acusarle, ni tratarle en sus adentros de cochino, el caso es que tanta porquería y rusticidad le infundía grandes deseos de primor y limpieza, una aspiración a la pulcritud en la vida como a la pureza en el alma.

Se le echaban en cara los delitos más execrables, y se hacía burla de él y de sus hábitos groseros. «Tiita, ¿no sabes? decía Ramona riendo . Se come las cáscaras de naranja...». ¡Cochino! Otra voz infantil atestiguó con la mayor solemnidad que había visto más. Aquella mañana, Juanín estaba en la cocina royendo cáscaras de patata. Esto que era marranada.

Palabra del Dia

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