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Actualizado: 21 de junio de 2025
Sí, mucho, mucho... ceceó rápidamente Gonzalvo, que solía al pronunciar comerse dos o tres letras de cada palabra, repitiendo en cambio la palabra misma dos o tres veces, lo que hacía galimatías peregrino, sobre todo cuando hablaba colérico, barajando o suprimiendo vocablos enteros: Mucho, mucho prosiguió . En todas partes, hombre, en todas partes, me lo encontraba en Madrid.... Fue una temporada del, ¿cómo se llama?, del Veloz Club, del Veloz Club, y estaba abonado con nosotros, con los muchachos, a ése, vamos... a Apolo, a Apolo.
<tb> Don Juan volvió a su casa muy pensativo. Por la noche fue al teatro, a una tertulia, al club, y con nada logró distraerse. En los palcos, en los salones, en el cuarto del tresillo, en todas partes creyó tenerla delante de los ojos.
Este caballerito da unos gritos ... dijo Paz, alzando mucho la voz. ¿Ves? Ha venido á las doce. ¿Qué te parece, Salomé? Habrá estado en algún club de gente perdida. ¡Bonita alhaja hemos metido en casa! ¿Y dice usted, caballerito, que ha tenido que hacer? Sí, señora: he tenido cierto negocio contestó Lázaro un poco amostazado con las impertinencias de las dos viejas....
Para dar una idea del culto que Esquilache rendía a las letras, nos será suficiente apuntar que, en Lima, estableció una academia o club literario, como hoy decimos, cuyas sesiones tenían lugar los sábados en una de las salas de palacio.
Su club era el salón de un amigo y pariente, al cual iban casi todas las noches D. Manuel Cantero, D. Cirilo Álvarez y D. Joaquín Aguirre, y algunas D. Pascual Madoz. No podía ser, pues, D. Baldomero, por razón de afinidades personales, sospechoso al poder.
No sabemos lo que es ese club. Siempre nos hablan ustedes los aragoneses del club de Zaragoza, y aun hoy no sabemos lo que es eso. ¿Qué es eso? Mucho discurso democrático, pero ningún acierto para hacer propaganda y formar un partido. Pero en último resultado, ¿cuáles son las teorías de ese club tan decantado? Yo desconfío de él. ¿Quién habla de ese club? Conozcamos á sus hombres.
Asomábase al club de los Cuarenta y cinco para ver si estaba en él su apoderado: una sociedad aristocrática, de número fijo, según indicaba su título, en la que sólo se hablaba de toros y caballos. Estaba compuesta de ricos aficionados y ganaderos, figurando en lugar preeminente, como un oráculo, el marqués de Moraima.
En el espléndido club, donde iba yo a comer casi de diario, me encontré a un rico y amable comerciante de origen español, trabé con él amistad y acabamos por hacernos muy íntimos. Era hombre de cuarenta y cinco años a lo más, pero parecía más joven por lo muy guapo, alegre y elegante.
En su nueva existencia, Gallardo no sólo frecuentaba el club, sino que algunas tardes se metía en la sociedad de los Cuarenta y cinco. Era a modo de un Senado de la tauromaquia. Los toreros no encontraban fácil acceso en sus salones, quedando así en libertad los respetables próceres de la afición para emitir sus doctrinas.
Una de las cuestiones que más preocupaban al dueño fué la manera de armonizar lo mejor posible el patriotismo y el negocio, las sesiones del club y las visitas de los parroquianos. Dirigió conciliadoras amonestaciones para que no hicieran ruido pero esto parece que fué interpretado como un primer conato de servilismo, y aumentó el ruido, y se fueron los parroquianos.
Palabra del Dia
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