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Actualizado: 7 de junio de 2025


Aquí en Francia tienen á Clemente de Chartres y algunos otros artífices de mérito, dedicados á esta misma clase de trabajos. Pero ¿oís? Ya suena otra vez el clarín bélico para recordarnos que vivimos bajo la mano férrea del conquistador y no en las regiones donde impera el arte. Señal es esa también para nosotros, dijo Gualtero al oir el toque de los clarines.

En efecto el dia 10 de Marzo de 1730, á las 11 de la mañana, se presentaron en las alturas inmediatas á Puno con grande voceria y estrépito de tambores y clarines, que alternaban con salvas de fusileria, para autorizar las nuevas banderas que tremolaban, en tanto se iba estendiendo aquella multitud por los montes, que circundaban la poblacion, de modo que ocupaban una estencion de tres leguas.

Ya en estas razones últimas se había agradecido al sueño el tal Don Cleofás, dejando al compañero de posta como grulla de la otra vida, cuando un gran estruendo de clarines y cabalgaduras le despertó sobresaltado, recelando que se le llevaba a otra parte más desacomodada el que le había agasajado hasta entonces; pero el Diablillo le sosegó, diciendo: No te alborotes, don Cleofás; que, estando conmigo, no tienes que temer nada.

Y Rafael reía, encontrando chusco el haberse enamorado, entre el aparato terrorífico de los encapuchados de las cofradías, el llamear inquisitorial de los blandones y el desgarrador estrépito de los clarines y atabales.

Finalmente, las cornetas, los cuernos, las bocinas, los clarines, las trompetas, los tambores, la artillería, los arcabuces, y, sobre todo, el temeroso ruido de los carros, formaban todos juntos un son tan confuso y tan horrendo, que fue menester que don Quijote se valiese de todo su corazón para sufrirle; pero el de Sancho vino a tierra, y dio con él desmayado en las faldas de la duquesa, la cual le recibió en ellas, y a gran priesa mandó que le echasen agua en el rostro.

¿Dónde acabaré de pasar la velada? Es muy temprano para acostarme, los clarines de los spahis no han tocado todavía retreta. Además, los cojines de oro de Sid'Omar bailan en torno mío fantásticas farándulas que no me dejarían dormir... Estoy delante del teatro; entraré un momento.

Mas arriba no encontrais sino las diligencias y sillas de posta, cuyos conductores de curioso uniforme hacen resonar la voz aguda de sus clarines por carreteras ondulosas que giran al traves de los bosques, ya trepando sobre las altas colinas, ya descendiendo hasta el fondo de las ramblas.

Quando entraba en el puerto la hermosa Aurora por las puertas del oriente, Salia en trenza blanda y amorosa. Oyose un estampido de repente, Haciendo salva la real galera, Que despertó y alborotó la gente. El son de los clarines la ribera Llenaba de dulcisima harmonia, Y el de la chusma alegre y placentera.

¿Cómo dices eso? -respondió don Quijote-. ¿No oyes el relinchar de los caballos, el tocar de los clarines, el ruido de los atambores? -No oigo otra cosa -respondió Sancho- sino muchos balidos de ovejas y carneros. Y así era la verdad, porque ya llegaban cerca los dos rebaños.

De nuevo resonaron los clarines, Y asi Mercurio lleno de contento, Sin darle mal aguero los delfines, Remos al agua dió, velas al viento. Eran los remos de la real galera De esdrujulos, y dellos conpelida Se deslizaba por el mar ligera. Hasta el tope la vela iba tendida, Hecha de muy delgados pensamientos, De varios lizos por amor tegida.

Palabra del Dia

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