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Actualizado: 29 de junio de 2025
Pero de todos modos, él conocía muy bien la teoría de las banderillas; no le faltaba más que un poco de práctica. Mira; para ponerlas al cuarteo, se coloca uno así... con los pies juntitos. Se cita al animal... Hay que esperar que arranque, ¿entiendes? y marchar decidido a cortarle el terreno... Si el toro no baja la cabeza para tirar el derrote... nada... ¡Hay que andarse en esto con mucho ojo!
Había cedido a los ruegos de D. Álvaro y de D. Víctor sin saber cómo; temiendo que aquello era una cita y una promesa; y sin embargo iba.
Pues yo le he visto rondando esta calle. Sí, señora, le he visto. No me lo niegues. ¡Tú tienes tratos con él, tú le has hablado, tú le has dado cita aquí!... Clara no había visto nunca á Elías tan encolerizado contra ella. Las inculpaciones que le hacía ofendieron tanto su inocencia, que en aquel momento sintió lo que nunca había sentido: una secreta aversión hacia aquel hombre.
Pero acabó por creer en un olvido del profesor, y la intranquilidad le hizo acudir á la cita mucho antes. Pasó más de tres horas en ansiosa espera, vagando por las calles inmediatas á la iglesia, inmovilizándose en las esquinas, cambiando de sitio al notar la curiosidad de los transeuntes.
En la plaza de Daraga, y tomando por lugar de cita la puerta de cualquier establecimiento, se forman tertulias á las que todas las tardes concurren cuantos europeos viven en aquel pueblo y en los de Legaspi y Albay.
Lo que Manos Duras debía hacer si es que verdaderamente necesitaba seguir este mal negocio del robo de la señorita era montar en su «flete» sin pérdida de tiempo y llevarse la buena moza á cierto lugar en las orillas del río Limay, donde se habían dado cita para el día siguiente. Debía desistir de su vuelta al pueblo aquella noche. Era oportuno cambiar ahora el orden de la marcha.
Esta actitud hizo comprender a Miguel que la brigadiera nada le había dicho de la carta ni de la cita. Después avanzó lentamente hacia él manifestando siempre la misma sorpresa mezclada de terror, sin hacer caso de la sonrisa tranquilizadora de su hermano: cuando éste la tuvo cerca, avanzó también algunos pasos, y cogiéndola por la cintura, la dio un par de sonoros besos en las mejillas.
Por Magdalena velaban a un mismo tiempo su padre y su novio; pero ¡cuán diferente era el objeto de esta vela! Velaba el uno por amor desinteresado, consultando la ciencia para tratar de arrebatarle a la muerte su presa casi segura; velaba el otro por un amor egoísta que había aceptado la cita solicitada sabiendo lo fatal que podía ser aquella entrevista para la que la pedía.
Ahora confiesa todas las semanas y comulga todos los domingos, y por eso no gusta de ver a las gentes que la han conocido en tiempos en que, más que ir a misa, agradábale acudir a una cita. Poco deseoso Delaberge de sostener una conversación que comenzaba de este modo, hizo ademán de proseguir su camino, cuando la Fleurota, poniéndose en pie, añadió sonriendo con malicia.
En 1597 se cita que se publicó en Venecia una obra musical del maestro sevillano en seis tomos, y cuyo nombre es Molecta, Francisco Guerrero in Hispalensi ecclesia musicorum, etc., etc.
Palabra del Dia
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