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Actualizado: 29 de junio de 2025
Es necesario que esta noche en mi mismo cuarto le vea yo, y para ello voy á escribirle. Pero Clara, ¿tienes tú seguridad de ese hombre? dijo la reina asustada por la violenta salida de doña Clara. El no abusará ni de mi carta ni de mi cita. Y adiós, señora, adiós, necesito prepararme. Y doña Clara salió sin esperar la respuesta de la reina.
Margarita que ya es toda de Fausto, quiere que Fausto sea de Dios, y manifiesta su pesar de verle poco religioso. Fausto la aquieta más con cariño que con razones, y por último concierta con ella una cita. Aquí hay pormenores sobre cuyo valer no nos atrevemos a decidir.
Jacobo oyó sin emoción aparente el resultado de la conferencia; agradeció a aquellos señores sus buenas intenciones y sus esfuerzos; díjoles alegremente que esperaba salir bien, a pesar de esto, y dioles cita para la mañana siguiente a las siete en la estación del Norte. Así que se quedó solo, tomó un aire serio justificado por las circunstancias.
Ahora mismo estoy bien, no siento nada... Te tengo a mi lado y pronto veré a Amaury... Soy feliz y me encuentro muy a gusto. Mira: ahí tienes a Amaury. ¿En dónde está? En el jardín, hablando con Antoñita. Por lo visto ha equivocado la hora dijo sonriéndose el doctor; yo le decía en mi carta que viniera a las once y él habrá leído con los ojos del deseo que la cita era a las diez.
Un comisario pescó, en circunstancia muy especial, a cierto escruchante conocido: violentaba una caja en una mueblería, donde se había introducido. El ladrón hacía su trabajo y de repente vio entrar a un changador de la casa, que le dijo: ¿Qué hace usted? Silencio..., tengo una cita con la señora. ¿Cita?... ¡Ahora verá!
Desde el punto de vista del dinero, se entiende, porque en cuanto al corazón... Se levantaron de la mesa y pasaron al salón, donde Tragomer, viendo que eran las dos de la tarde, se despidió á fin de volver á su casa á esperar á Marenval. Se habían dado cita para cambiar noticias después de sus respectivas averiguaciones.
Si estuviera yo ahí, se moriría usted de miedo al verme, porque estoy hecha una fierecita... ¡Hola, hola! Me desafía usted, me cita y me emplaza para que vaya a su casa al punto. Pues iré... y nos veremos las caras. ¿Pero como ir?...
En entrando la cuaresma, cita el cura para cada día los cacicazgos que han de venir a confesarse, a los que las justicias obligan a que vayan, estén o no dispuestos; las confesiones se hacen a las tardes, y aun a la noche, y al otro día temprano se les da la sagrada comunión al tiempo de la misa, y hasta la tarde no confiesan otros, en la que repiten lo mismo, hasta que concluyen con todos, cuya práctica merece algunas reflexiones.
Pero la insistencia del recuerdo y la misma tenacidad con que se repitió su promesa de no acudir á la cita empezaron á hacer sospechar á Ferragut que bien podría ser que fuese á ella. Después del almuerzo su voluntad flaqueó. No sabía qué hacer durante la tarde.
Pasaban misteriosas parejas por detrás de los macizos de árboles, unidas por dulce intimidad, con paso recatado, cuchicheando levemente y buscando un lugar a propósito para aislarse de otros a quienes la cita nocturna llevaba también allí. Esto sublevó a Juanito.
Palabra del Dia
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