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Actualizado: 29 de junio de 2025
El juez me citaba a las nueve de la mañana para ver el estado de mis heridas, y me amenazaba, en caso de que yo no acudiese a la cita, con una multa, con la prisión o con el castigo «a que hubiese lugar»... Yo soy un trasnochador impenitente.
Todo esto, por virtud de un arte o de un instinto que suelen tener las mujeres, quedó indeciso y como flotando en el aire, sin que el Vizconde, que no quería tampoco tocar por lo insistente en pesado, lograse conseguir una cita, sin calificarla de cita: una cita implícita, disimulada y vergonzante, que era lo que él ansiaba.
Había confesado otras dos veces antes de terminar Noviembre, pero no se había decidido a ir a casa de doña Petronila, ni el Magistral se atrevió a recordarle aquella cita.
Yo te presentaré a una peña de verdaderos escritores. Grandes poetas... gente que ha estrenado con éxito. Y frecuentó por las tardes una cervecería, punto de cita de la nueva tertulia, que, por su aspecto, impuso gran respeto al tímido Maltrana. El hijo de la Isidra experimentó gran turbación al tratarse con dos marqueses que eran poetas y otros jóvenes emparentados con famosos personajes.
El señor Esguerra da la cifra de 139 metros de altura perpendicular. Ninguno de ellos cita su autoridad.
Isabel aprovecha la coyuntura para aumentar la inclinación de Don Diego á la tapada con el velo, y le proporciona una cita con la misma.
Tímida María, dejaba entonces los umbrales de su casa, encaminándose hacia el sitio de la cita, y tres veces tuvo que arrancarse de ellos con toda la fuerza de su alma: tal repugnancia probaba y oculto horror al emprender aquella aventura.
Vamos, es una pagana que quiere convertirse. El Magistral calló. Con su madre no disputaba. Ayer tarde no fuiste a ver al señor de Ronzal. Se me pasó la hora de la cita....
EL CONDE. ¿A mí? VALDEMAR. Sí, a vos. El duque estaba aquí. Ved la prueba: aquí está su guante. VALDEMAR. Sí, ha estado aquí, donde tenía una cita con vuestra hija. EL CONDE. Estáis en un error, caballero.
Por fin, pocos días antes de la muerte de don Íñigo, volvió a recibir un billete en el cual le manifestaban que Ramiro era hijo de doña Guiomar de la Hoz y de un moro de Córdoba; y que si acudía tal día, a tal sitio y a tal hora, se le haría conocer toda la historia del nacimiento. Don Alonso dirigiose al lugar de la cita, acompañado de un solo lacayo.
Palabra del Dia
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