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Actualizado: 3 de junio de 2025
Acompañábame Chisco, por donación muy recomendada de su amo, con la misma vestimenta y el propio calzado con que le había conocido yo en el paso de la cordillera, y nos acompañaba a los dos un perrazo sabueso; llamado Canelo, de una casta para mí singularísima por lo grande, que iba perpetuándose en casa de mi tío desde que su padre fue mozo y cazador.
Aquí se acabó lo yanu y andaderu me dijo Chisco entonces; y como tampoco hemos de jayar en más de tres horas otru lugar ni alma vivienti que nos estorbe el caminu, si algo le pidi el cuerpo pa levantar las fuerzas, no desaprovechi esta güena proporción de jacelu. Nada necesitaba yo ni apetecía; pero estaba Chisco en muy distinto caso.
Pos la ventaja del nuestru vayi está contestóme Chisco dulce y sonriente , en que es de suyu más terreñu y más... vamus, más... Por últimu, ya verá lo que es el nuestru vayi; y si no le paez puntu menos que la gloria, no sé yo lo que sea cosa buena.
Todos conocieron a Chisco en cuanto le vieron así; pero ¡horror de los horrores! en el sitio en que había estado apoyada su cabeza quedaba un manchón de sangre que se distinguía perfectamente sobre la blancura deslumbradora de la nieve.
Con estas fantasías en la cabeza y los ojos cerrados muy a menudo por no ver los abismos a mis pies, fui bajando la pendiente cómo y por dónde quiso mi caballejo, a cuya juiciosa firmeza me había entregado con ciega fe desde arriba, por encargo del propio Chisco, que me precedía caminando por el derrumbadero con igual desembarazo que yo por los pasillos de mi casa.
Señalando al pueblo y luego a la torre y sus accesorias, y deteniendo al mismo tiempo su caballo, me dijo Neluco: Aquel lugarejo es Provedaño, y aquí está el fin de nuestra jornada de hoy. Después tendió la vista por el esplendente panorama del valle, y fue dándome sobre él todas las noticias que me había dado Chisco, y otras muchas más.
Según Chisco, nos faltarían, para terminarla, tres cuartos de hora; el camino, «por el arte» del que habíamos andado entre el Puerto y la vadera; pero siempre bajando hasta la misma puerta de casa, lo cual «era una ventaja», porque se andaba ello solo «tan guapamente». Además, mi caballo se le sabía de memoria, y con dejarme llevar por él, estaba «al cabo del negocio».
Chisco me precedía trepando sosegadamente por derecho, garantido por sus tarugos contra los resbalones de que no se libraba el caballo que conducía de las riendas, cuando pisaba sobre el atusado ramaje de los brezos.
Me alegro, hombre, me alegro... A ver, toma, cógele... Bien que tú no puedes, porque estás ocupada... Tú, Chisco, cógele ese candelero que trae en la mano... Vaya añadió mirando alternativamente al Cura y al hombrón del otro banco , aquí le tenéis ya: éste es mi sobrino Marcelo, el hijo de mi difunto hermano Juan Antonio. ¿Eh? ¿Qué tal? ¿Qué hay que pedirle en estampa ni en ropaje?... Mira me dijo a mí , estos señores vienen a visitarte...
El pobre hombre, que se recreaba en hacerme agradable o, por lo menos, llevadera la carga de mi destierro, aplaudió con toda su alma mi propósito, ¡cuándo hubiera dado yo algo bueno porque me le quitara de la cabeza con un par de razones transmisibles «decentemente» a Chisco por mí!
Palabra del Dia
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