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Evidentemente, algo había pasado entre ella y él... De otro modo no se explicaban las frecuentes alusiones y chanzas que acerca del oficial provocaba la misma Coca, ¡sin duda por tenerlo siempre presente!... Preocupado con estos pensamientos salió Vázquez de la casa de Itualde, y tan preocupado, que tropezó en la calle con un transeúnte...

No es viejo, no... Es de cuando Fernando VII gastaba paletot... Pero, en fin, si se ofende, me callo... Sr. de Ponte, sabe que se le quiere, y que si gasto estas bromas es por pasar el rato. No haga usted caso, maestro, y hablemos de otra cosa. Sus chanzas son un poco impertinentes dijo Frasquito con dignidad , y si quiere, irrespetuosas... Pero es usted un chiquillo, y... ¡Pata!... Ea, se acabó.

Modesto cayó soldado, y como su padre no tenía lo bastante para comprarle un sustituto, pasó a las filas de un regimiento de infantería, en calidad de distinguido. Como era un bendito, y además de larga y seca catadura, pronto llegó a ser el objeto de las burlas y de las chanzas pesadas de sus compañeros.

Si daréis, no daréis, y en los mentises acostumbrados, arremetió el uno al otro y asiéndose se salieron con los pedazos de los vestidos en las manos a los primeros estirones y no fue mucho. Metímoslos en paz, y preguntamos la causa de la pendencia. Dijo el soldado: ¿A chanzas? ¡No llevaréis ni medio!

Una noche, pasando por delante del dormitorio, Carlos le oyó pronunciar claramente estas palabras: El capitán las echa de guapo para deslumbrar a la chiquilla; pero es para ; y si quiere andarse en chanzas le corto el pescuezo en menos que canta un gallo. Una oleada de cólera le subió al cerebro, y el joven oficial abrió de repente la puerta...

Su madre le había desvanecido los escrúpulos de una vez, cargando con ella, entre veras y chanzas, por todo razonamiento y poniéndola donde y como estaba. ¡Y aún me pedía perdón por el atrevimiento la candorosa mujer!

Tenía la mejilla roja y un poco inflamada. Cuando se acercó a la tertulia de sus amigos, éstos le acogieron con las alegres chanzas de siempre, pero al verle tan descompuesto y al observar que se dirigía a un joven capitán, único militar de la reunión, y a otro amigo que tenía fama de tirador de armas y duelista, entendieron de lo que se trataba y se callaron con respeto.

Con placer del niño voluntarioso cuyos dedos entreabren un capullo, gozaba en poner colorada a Nucha, en arañarle la epidermis del alma por medio de chanzas subidas e indiscretas familiaridades que ella rechazaba enérgicamente. El pobre Julián, con los ojos fijos en el plato, el rubio entrecejo un tanto fruncido, pasaba las de Caín.

Si el feroz minero no tuviese el rostro como siempre embadurnado se le hubiera visto palidecer. Se repuso pronto, sin embargo, y exclamó: Vaya, vaya, parece que tienes gana de reir. Ya sabrás que no soy aficionado á chanzas. Déjame en paz antes que otra cosa sea. Nolo le dirigió una larga mirada de curiosidad. Era gracioso el tono amenazador que aquel renacuajo usaba frente á él.

Fácil es de adivinar que hay también algo burdo y grosero en estos rasgos vivos de ingenio y de capricho; pero merece observarse que el verso culto y solemne presta cierta gracia á esas bromas y chanzas de baja estofa.