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Actualizado: 22 de julio de 2025
Los náufragos, que oían las voces de los que se acercaban y hasta el batir de los remos en el agua, llevaron a tierra la chalupa y la cubrieron con un montón de ramas y de hojas, para no perderla y verse privados de los víveres y mantas que no podían llevarse consigo.
A las 11 se llamó el viento al S recio, por lo que me fué preciso acortar de vela por esperar la chalupa, y llevarla siempre á mi costado para socorrerla en caso de que no pudiese aguantar.
Ante aquella espantosa alternativa, Santiago prefirió el abordaje, y descendió a la chalupa que le esperaba, con la sombría resignación del hombre a quien llevan a la muerte. Al alejarse de la escampavía, el desgraciado Santiago, acordándose de los consejos y las predicciones de Pérez, que el miedo había grabado en su mente, esperaba a cada momento una súbita descarga de mosquetería.
Según esta regla, el batel de La Santa María debe tener 30 pies de eslora; 9 de manga: 1-1/2 de puntal; 7 bancos de remos pareles. La chalupa era un tercio menor, la proa fina; la popa ancha y llana á fin de tender ó levar con ella las anclas en caso necesario. Las naos del porte de La Santa María sólo llevaban mesas de guarnición en el palo mayor, apoyándolas sobre las bulárcamas.
Un relámpago iluminó el tempestuoso golfo y la línea de escollos en que se estrellaban las olas. ¿Habéis visto? preguntó el piloto. Sí dijo el Capitán, respirando satisfecho . En medio de la escollera he visto el atol rodeado de árboles y he visto también el canal. Gobierna tú siempre derecho con la proa al Este. ¿Resistirá la chalupa la resaca?
¿Las calderas? exclamó Cornelio . ¿Qué intentas hacer? Son necesarias para la preparación del trépang. ¿Y los salvajes? preguntó Hans . ¿Nos dejarán tranquilos? ¿No has oído hace poco un grito? Supongo que no se atreverán a acercarse. Al menos así lo espero por ahora. Saben que los hombres blancos poseen armas de fuego, y les tienen miedo. ¡Eh, Van-Horn! Haz que boten al agua la segunda chalupa.
Dos pailas de metal, de un metro de diámetro y de treinta y cinco a cuarenta centímetros de profundidad, grandes espumaderas, unos cuantos arpones y gran cantidad de leña fueron embarcados en la chalupa. ¿Está cargada la lantaca? preguntó el Capitán. De metralla respondió el viejo . Si a los salvajes les entran deseos de molestarnos, los saludaremos con una buena rociada.
En esta isla no hallamos otra cosa que chorlitos, gaviotas y lobos marinos; é inmediato á ella fondeamos la chalupa, y nos quedamos á hacer noche.
Oigo ya muy cerca los gritos de los australianos dijo el piloto. Tratemos de salvar a los más que podamos. ¡Pronto, amigos! No perdamos los minutos, que son preciosos. Lanzáronse los cuatro en medio de aquella turba de borrachos, que no querían atender a razones, y a puñetazos y puntapiés condujeron a diez o doce a la playa, y fueron arrojándolos uno a uno en la chalupa más cercana.
Pronto se halló en medio de aquella prodigiosa fosforescencia. Brillaban las olas como si se compusieran de partículas de plata y azufre fundido, y salpicaban a los náufragos de aquellos microscópicos moluscos, que seguían reluciendo aun fuera del agua. La chalupa dejaba marcada su ruta por una estela luminosa, que brillaba en las tinieblas de la noche como la cola de un espléndido cometa.
Palabra del Dia
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