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Actualizado: 10 de octubre de 2025
Viéndola obstinada en cerrarme el paso, trepé sobre el bosque y la acompañé algún tiempo así con riesgo constante de romperme la cabeza contra los árboles, y llegado el momento oportuno de cerrarle el paso, franqueé de un salto el declive y cayendo en lo hondo del camino detuve mi caballo y lo cuarteé.
Luego, al empuñar con su diestra la enorme cachiporra, le pareció que se habían doblado su estatura y su vigor, sintiéndose capaz de suprimir de un golpe á cuantos pigmeos intentasen cerrarle el paso. Ahora va usted á viajar con más comodidad dijo, tomando á Popito entre dos dedos y elevándola sobre la mesa.
Fué la guerra, una guerra doméstica, lo que estalló en el idílico escenario de la estancia. «Patroncito, corra, que el patrón viejo ha pelado cuchillo y quiere matar al alemán.» Y Desnoyers había corrido fuera de su escritorio, avisado por las voces de un peón. Madariaga perseguía cuchillo en mano á Karl, atropellando á todos los que intentaban cerrarle el paso.
Efectivamente, había cerrado la noche, y el príncipe la vió perderse en la penumbra de la calle por donde había llegado; una calle sin otra luz que la de un macilento reverbero azul. Pensó un momento en cerrarle el paso, suplicante y humilde... No iba á verla más: estaba convencido de ello. Pero al mismo tiempo tuvo la percepción de la inutilidad de su insistencia.
Si sus parientes presentian la proximidad de su fallecimiento, gran cuidado tenian de cerrarle herméticamente la boca, la nariz y los ojos, á fin de que la muerte no pasase de aquel á los otros cuerpos; y muy á menudo acontecia que, sofocando la respiracion de los pobres enfermos, se les daba la muerte cuando esta no era tal vez llegada.
Cuando nada ¡y muy bien que nadan los elefantes! no se le ve el cuerpo, porque está en el agua todo, sino la punta de la trompa, con los dos agujeros en que acaban las dos canales que atraviesan la trompa a lo largo, y llegan por arriba a la misma nariz, que tiene como dos tapaderas, que abre y cierra según quiera recibir el aire, o cerrarle el camino a lo que en las canales pueda estar.
Y el padre, aunque no estaba menos angustiado que su hijo, también tuvo una nueva puerta que cerrarle y un nuevo clavo que hundir en su corazón. No, no es eso que tu crees, hijo mío. ¡Ojalá lo fuera! Tu madre, desgraciadamente, no habla ahora sin muy graves fundamentos.
Sólo las mujeres deben pedir apoyo...» Además, tal vez sufría una alucinación; en realidad, no podía afirmar que le persiguiesen. A los pocos pasos se desvaneció esta duda: sí que le perseguían. Sus sentidos, aguzados por el peligro, tuvieron la misma percepción del jabalí que presiente la jauría intentando cerrarle el paso.
Currita leyó extrañada estas solas líneas: «Si la señora condesa de Albornoz viene a Loyola a confesar sus pecados y a pedir a Dios perdón de sus extravíos, no tiene que fijar hora ni tiempo, porque todos son igualmente oportunos... Pero si viene sólo a hacer a esta Santa Casa testigo del escándalo de su vida, se la suplica encarecidamente evite el disgusto de tener que cerrarle la puerta a su afectísimo en Cristo y humilde servidor, PEDRO FERNÁNDEZ, S. J.»
Ahora venga usted. Hay que cerrarle los ojos respondió Gerardo, que estaba a mi lado y cumplió ese piadoso deber. Elena se levantó sin resistencia y me siguió. En el campo se oía reír a los niños pequeños, que estaban jugando al escondite, mientras el mayor se pegaba con otro chico de su edad. ¡Vámonos pronto! exclamó Luciana estremeciéndose. ¡Es horrible la muerte!... Elena me miraba indecisa.
Palabra del Dia
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