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Actualizado: 2 de octubre de 2025
A doscientos metros de la casa se destacaba cual centinela avanzado, el sombrío Puente del suspiro, conocido por entonces, por el del Capricho, nombre que tuvo su origen en el informe que se emitió al ser reconocido y en la extraña y atrevida concepción de su único arco. Registrando crónicas he podido adquirir algunas curiosas noticias respecto al puente que nos ocupa.
Fue, con la prisa que pudo, a buscar la capa, y bien embozado volvió a su puesto de centinela en el cenador, desde el cual veía el perfil de la tapia, destacándose borrosa en el cielo negro; y vería también el balcón del tocador si se abría para dar paso a don Álvaro.
Garay de Buenos Aires ha salido El río arriba, dicen, con mal pecho: Que desque uno se ve en gloría subido, A tuerto ha de subir su casa al techo. Y como en todo bien le ha sucedido, De su ventura estaba satisfecho; De guarda ò centinela no se cura, Que fué causa de triste desventura.
El foso tiene puente levadizo entre uno y otro muro: grandes y fuertes puertas; y un baluarte, en donde hacen centinela los soldados. Segun los indios, el puente se levanta todas las noches. Las armas que usan son, lanzas, espadas y puñales, pero no he podido averiguar si son de fierro.
Más, mucho más que de su territorio, desearia apoderarme de lo que está dentro del territorio, de lo que está dentro de las ciudades, de lo que está dentro de las casas, dentro de la familia, dentro del individuo; de esa sombra que le acompaña, de ese centinela invisible que le custodia, de ese misterioso y terrible poder que le defiende; la palabra, la inteligencia.
22 También dije entonces al pueblo: Cada uno con su criado se quede dentro de Jerusalén, y hágannos de noche centinela, y de día a la obra. 1 Entonces fue grande el clamor del pueblo y de sus mujeres contra los judíos sus hermanos. 6 Y me enojé en gran manera cuando oí su clamor y estas palabras.
Un día de revolución un patriota le había dado el ¡quién vive! en las afueras, cerca de la noche. De Pas rompió el fusil de chispa en las espaldas del aguerrido centinela, que le había querido coser a bayonetazos, porque no se entregaba a discreción.
El irlandés comenzó a bajar sin hacer el menor ruido; cuando la cuerda dejó de estar tensa, se descolgó Ugarte, y después fui yo. Hubo un momento, al descender, que creí que el centinela me estaba mirando; pero, sin duda, fué ilusión mía. Bueno; vamos. Soltamos las tablas de la cuerda y comenzamos a nadar los tres hacia la costa. Había mucha mar.
Destacó, pues, un seide encargado de seducir al vigilante, convidándole a comer, a echar un trago, recurriendo a todo género de insinuaciones halagüeñas. Tiempo perdido: el centinela ni siquiera miraba de reojo para ver a su interlocutor: su cabeza redonda, peluda, sus salientes mandíbulas, sus ojos que no pestañeaban, parecían imagen de la misma obstinación.
A buen seguro que en cuanto acabó de suceder lo de Correos, bien se puso un centinela avanzada en medio de la Puerta del Sol, que antes no le había; el cual se está allí las horas muertas, viendo si viene algo por la calle de Alcalá. ¡Que vuelvan ahora los del 18! ¿Y no hay previsión? ¡Maldicientes! Lo mismo que el entusiasmo. Mil veces he oído decir que han apagado el entusiasmo. ¿Y qué?
Palabra del Dia
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