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Actualizado: 20 de octubre de 2025


Aquel muchacho iba a perder lo único que tenía notable: el valor, el atrevimiento. Le habían visto encoger el brazo instintivamente en el momento de llegar al toro con el estoque; le habían visto ladear la cara con ese movimiento de pavor que impulsa a los hombres a la ceguera para ocultarse el peligro.

Si es candela, a cuya lumbre el hombre ciego y habitante en esta caverna tenebrosa encamine seguramente sus pasos, visto es pretender de tener los hombres en su ceguera, el que no quiere que les sea comunicada con aquella abundancia con que ella se da.

Teodoro Golfín observaba estos fenómenos con la más viva curiosidad, porque era aquél el segundo caso de curación de ceguera congénita que había presenciado. Los demás no se atrevían a manifestar alegría; de tal modo les confundía y pasmaba la perturbada inauguración de las funciones ópticas en el afortunado paciente. Pablo experimentaba una alegría delirante.

Las amonestaciones más cariñosas eran siempre ineficaces para apartar a Bringas de su faena mientras duraba la luz solar. Ni que le rogaran, ni que le reprendieran, ni que le augurasen mareos, cefalalgia o ceguera, se conseguía que parase en la febril aunque ordenada marcha de su trabajo.

Latour, a quien yo he informado de todo lo concerniente a Adela, persiste en dudar de su traición. ¡Que no pueda yo dudar también! En ciertos momentos, no obstante, yo creo... ¡Qué digo yo y cuál no es mi ceguera! Estoy en el caso del viajero que por la noche pierde pie al borde de un abismo espantoso y se ase a lo primero que encuentra.

Sus nervios y su fantasía hallábanse horriblemente excitados, por lo cual Teodoro juzgó prudente obligarle al reposo. Sonriendo le dijo: Por ahora ha visto usted bastante. No se pasa de la ceguera a la luz, no se entra en los soberanos dominios del sol como quien entra en un teatro. Es este un nacimiento en que hay también mucho dolor.

Me admiró la tenacidad y la ceguera de los jugadores, que en días de alegría ó incertidumbre, cuando se disputaba sobre los campos de batalla el porvenir del mundo, sólo pensaban en sus combinaciones y «sistemas» favoritos, como si no existiese en la tierra nada más interesante.

Tuvo un novio formal: un buen muchacho que pronto iba a ser médico. Cosas de ella y su madre: yo fingía no ver nada, con esa bondadosa ceguera de los padres que se reservan para el último momento. ¡Pero Señor, cuán felices éramos! La voz de Nicomedes era cada vez más temblorosa; sus ojillos azules estaban empañados.

En resumen, reclamo el derecho de creer en la ceguera de nuestros compatriotas en general y de los jueces en particular y siento, en principio, la posibilidad del error judicial!... La concurrencia prorrumpió en voces tumultuosas, se elevó un concierto de imprecaciones y algunas de aquellas señoras empezaron á golpear los vasos con la hoja de los cuchillos.

Todo París se ocupaba hacía algún tiempo de la intimidad de Pierrepont con la joven baronesa de Grèbe, y en cuanto al barón, enteramente domado, fascinado e hipnotizado por su mujer, había concluído por formar parte de la numerosísima cohorte de maridos de que rebosa el mundo y de los cuales no sabe uno si compadecer la ceguera o admirar la complacencia.

Palabra del Dia

mármor

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