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Actualizado: 13 de julio de 2025


Cuando te vi por primera vez, y comprendí lo que era tu vida, la poca esperanza de tu porvenir y la bondad de tu corazón, me dió tanta lástima, que ... no ... casi te amé desde aquel momento como ahora. Para fué entonces el amor tan poco egoísta, que no entraba para nada mi persona en las cavilaciones que día y noche ocupaban mi imaginación.

Toda mi felicidad podía venir a tierra si a mi esposa le faltaba un poco de aplomo en el cerebro. «¿Será una mujer casquivana?», me preguntaba con miedo. Y cada vez la observaba con más atención, interpretaba escrupulosamente sus menores actos y palabras y me perdía en un mar de cavilaciones. Al cabo no pude menos de desahogarme.

De vez en cuando estas cavilaciones cesaban, porque Juan sabía arreglarse de modo que su mujer no llegase a cargarse de razón para estar descontenta. Como la herida a que se pone bálsamo fresco, la pena de Jacinta se calmaba. Pero los días y las noches, sin saber cómo, traíanla lentamente otra vez a la misma situación penosa.

Todo hecho que afecta al linaje humano es digno de un exámen profundo; despreciarle por las cavilaciones que le rodean, seria caer en la mayor de ellas: la razon y el buen sentido no deben contradecirse, y esta contradiccion existiria si en nombre del buen sentido se despreciara como inútil lo que ocupa la razon de las inteligencias mas privilegiadas.

¿Se ha mudado aquí hace pocos días una señora que se llama doña Rosa? preguntó a la portera. Segundo: hay entresuelo. Si grandes fueron las cavilaciones que mortificaron a don Luis desde que salió del saloncito de la Marquesa hasta llegar allí, aun crecieron mientras subió la humilde escalera de aquella vulgarísima casa.

Quería revelarle el terrible secreto cuanto antes, aquella misma noche. No había que perder ni un día; desde la mañana siguiente tenían los dos que cambiar de vida, había que poner puntales a la casa, y esto no admitía espera.... «En adelante, menos cavilaciones y más acción. Se trata de mi hijo.

Pero acaso fuesen éstas vanas cavilaciones, y quizás soñaba también al imaginarse que, a la mesa, don Pedro seguía continuamente la dirección de sus ojos y acechaba sus movimientos. Esto le fatigaba tanto más cuanto que un irresistible anhelo le obligaba a mirar a Nucha muy a menudo, reparando a hurtadillas si estaba más delgada, si comía con buen apetito, si se notaba algo nuevo en sus muñecas.

Apagué la linterna de mis cavilaciones y, ¡oh sorpresa!, con el último rayo de su luz vi pasar rápidamente por los términos ofuscados de la imaginación, una nueva e inesperada imagen que parecía llevar en la virtud de resolver todas las dificultades del conflicto. Pero... Y acabé por hacerme cruces y echarme a reír. Riéndome estaba aún cuando entró Neluco.

Hallábase, pues, enfrascado en tristes cavilaciones, como ordinariamente le acaecía siempre que estaba solo, cuando acertó a ver a lo lejos dos señoras, cuya figura le trajo a la memoria en seguida a su madrastra y hermana. Según fueron acercándose, pudo cerciorarse de que no eran otras. Le dio un salto el corazón, y vaciló un instante entre marcharse antes que llegasen o permanecer en su sitio.

Jugó al tresillo para no tener que hablar; hizo malas jugadas y hasta renuncios, por lo embargado que le traían sus melancólicas cavilaciones; apenas jugó una vez sin hacer puesta o recibir codillo, y perdió quinientos tantos, equivalentes a cincuenta reales. De mal humor se volvió a su casa antes que nadie se fuese. En balde procuró dormir. No pudo en toda la noche pegar los ojos.

Palabra del Dia

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