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Actualizado: 13 de julio de 2025
Los párpados bajos cobraban una pureza de otro mundo; y Ramiro la escuchaba cada vez más absorto, sintiendo surgir en su cerebro adversas cavilaciones. Era preciso, según aquella enseñanza, disminuir día a día los propios alimentos, para distanciarse de la materia corruptible.
Ella se lo agradecía y, como en tiempo antiguo, procuraba aturdirse, no pensar en los peligros de aquella amistad; y lo conseguía mejor que antes. «Mi salud, pensaba, exige que yo sea como todas: basta para siempre de cavilaciones y propósitos quijotescos y excesivos: quiero paz, quiero calma... seré como todas.
Así, todo el mundo á bordo tuvo de qué hablar con interes, y los flemáticos Ingleses se dieron á sus cavilaciones sobre torys, whigs y radicales, con la calma que le es característica. Entre tanto un variadísimo cuadro de costumbres, perfectamente cosmopolita, se desarrollaba en los escotillones, los salones y el extenso puente del Paraná.
Y ahora resulta que hace meses sostiene a una mujer, y se pasa el día entero con ella y... Vamos, yo tengo que ver esto para creerlo... Y otra cosa: ¿cómo se las arreglará para mantenerla?... La hucha está allí con su peso de siempre...». Doña Lupe, al llegar aquí, se engolfó en cavilaciones tan abstrusas que no es posible seguirla.
He tenido días de gran oscurecimiento en mi cabeza; pero ya veo claro, y aunque imagino sofismas y sutilezas para desvirtuar tu comportamiento conmigo, no puedo. La verdad es más fuerte que mis cavilaciones.
Don Juan no vivía, agonizaba en aquel calabozo, había pasado una noche horrible, de cavilaciones, de temores; se había acordado de todo, había dado vueltas á todo, y sin embargo, no se había acordado de Dorotea. Cuando el carcelero la noche antes le entró la luz, don Juan le dió dinero y le preguntó por la causa de su prisión.
Un millón de gracias por mi parte dijo entonces don Simón, un poco envanecido con semejantes lisonjas, y aun recelándose si sería él más popular de lo que creía. No las admito, señor mío contestó el mozo quebrándose a cortesías . Deseaba estrechar su mano de usted; acabo de verle pensativo y solo, y he elegido esta ocasión.... Y a propósito de cavilaciones, ¿va usted a hablar mañana, quizá?
Pero no deja de ser arriesgado. No me voy sin darles una lección insistí. Sarto vaciló. Pues bien dijo, no es lo más acertado, pero se ha conducido usted bien y hay que complacerle. Después de todo, si caemos nos habremos ahorrado una porción de disgustos y cavilaciones. Yo le diré a usted cómo sorprenderlos.
Soy tu padre; tú eres mi única hija: ¿qué canástoles ha de preocuparle a uno si no son esas cosas tan agradables y tan?... En fin, que estoy en lo mío estando en esas cavilaciones y con esos recreos del ánimo... Pero aguárdate un poco, que no voy a tomar punto de ello en esta ocasión para acabar de aburrirte con otra rociada de chicoleos... ¡Pues tendría que ver la ocurrencia, canástoles! ¡Ja, ja, ja!
Algunas mañanas, cuando el tibio calor primaveral parecía reconcentrarse en la gran estufa de cristales que, poblada de plantas raras y hojarascas exóticas, se alzaba en el jardín, Josefina y Lázaro se encontraban en ella, fijándose la niña en las camelias que podría cortar para lucirlas a la noche, pensativo el clérigo en sus cavilaciones o abandonado a sus rezos.
Palabra del Dia
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