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Actualizado: 3 de mayo de 2025
En medio de su mala ventura, la idea de que Schlingen, el especulador afortunado, el atrevido acaparador de títulos, el rey de la rueda, en fin, estuviera comprometido en la liquidación, le hizo el efecto de una ducha en la nuca. ¿Era entonces tan seria la catástrofe? ¿No había barreras para el torrente? Si Schlingen caía, ¿quién iba a quedar en pie?
La señorita Margarita frunció sus negras cejas y se sentó haciendo un signo con la mano, como para rechazar toda responsabilidad, en la catástrofe inminente que preveía. Si necesita usted espuelas, tengo un par á su servicio agregó entonces el señor de Bevallan que decididamente pretendía que yo no volviese.
Caminó a la ventura largo rato por las calles en un estado de aturdimiento que le impedía razonar sobre lo que acababa de sucederle. Saliose al campo y dio un largo paseo. El cansancio físico produjo su acostumbrado efecto sedante y comenzó a ver con claridad su situación. Nada ganó con ello. Lo que le estaba pasando era gravísimo, una verdadera catástrofe.
Más tarde se congratulaba en lo íntimo de su pecho de una catástrofe que inutilizó en el díscolo viejo el perverso intento de privar, en lo posible, a su nieta de la herencia que le correspondía.
Pero pongamos la cuestión bajo su verdadero aspecto. Considera un instante que si esa casa, a consecuencia de la catástrofe conocida, hiciera malos negocios, que si para colmo de mala suerte, el señor Aubry llegase a morir, sobrevendría la ruina en breve término.
Feliciana tenía ya pignorado lo mejorcito de su ropa, y Olmedo había perdido el crédito de una manera absoluta. Por la falta de crédito se pierden las repúblicas lo mismo que las monarquías. Y no se hacía ya ilusiones el bueno de Olmedo acerca de la catástrofe próxima.
Y miraba a su sobrino con tal semblante triunfal y satisfecho, que éste temió perder la razón y darle un golpe con el puño cerrado sobre las narices. Para evitar semejante catástrofe, determinó sentarse a la mesa. Don Ramón quiso hacer lo mismo, pero su esposa le detuvo con un grito: ¡No, Ramón...! Hazme el favor de desinfectarte las manos. ¡Pero, mujer, si no he tocado nada infectado!
Era amigo de aquel desgraciado como usted, no más. ¿No ha dicho á usted entonces los lazos que le unían á la familia Freneuse? Miss Maud fijó en Tragomer su clara mirada. El joven se sonrió. Es verdad; la señorita de Freneuse era mi prometida cuando ocurrió la catástrofe que echó por tierra todos nuestros proyectos. ¡Oh!
Si no ocurría alguna catástrofe antes de llegar a ella, y ya comenzaban a tener esperanzas de que no ocurriera, los náufragos del junco podían considerarse en salvo, pues en las costas de la tierra de Torres desembocan buen número de ríos, los cuales, a su vez, forman pequeñas bahías.
Bien, joven, puesto que usted lo ha resuelto, separémonos; pero usted me hará justicia algún día... ¡Vea usted la situación a que me veo reducido! ¡Todo lo he perdido! Y mientras don Eleazar se lamentaba, todos lo oíamos en silencio, como consternados por la horrible desgracia de ese hombre providencial que engullía como un tiburón, en medio de la catástrofe de su fortuna.
Palabra del Dia
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