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Actualizado: 4 de junio de 2025


Sufrir... trabajar... ¿Qué Dios es ése? Un Dios justísimo, señor Simoun, contestó al sacerdote; un Dios que castiga nuestra falta de , nuestros vicios, el poco aprecio que hacemos de la dignidad, de las virtudes cívicas... Toleramos y nos hacemos cómplices del vicio, á veces lo aplaudimos, justo es, justísimo que suframos sus consecuencias y las sufran tambien nuestros hijos.

¡Soy un miserable, tía de mi alma, no merezco que usted me mire siquiera, porque, aunque honrado en el fondo, no he sabido resistir y evitar una acción vergonzosa, que la ley castiga, tía!

La falta de pago de este impuesto se castiga con trabajos públicos. En el cuadro que precede, y conste que no esta recargado, hay sombras desconsoladoras que es preciso desaparezcan. Ni somos partidarios de las extremadas complacencias, ni de las sistemáticas prevenciones.

Lo que no me llenó en el primer momento fueron los ojos. Eran demasiado soñadores, de color azul demasiado pálido para esa criatura exuberante de vida. Parecían ahogarse en éxtasis; sin embargo, los párpados, medio bajos, dejaban escapar una mirada inquieta, recelosa, como la que tienen los perros malos a quienes se castiga con frecuencia.

Hubo un instante en que no pudo más y encarándose repentinamente con el pintor le dijo sonriendo, pero en tono resuelto: Señor Núñez, hace ya bastante tiempo que se está usted cebando en los defectos de los otros, de los que están ausentes. ¿Acaso los que estamos aquí no tenemos ninguno? ¿Por qué no los saca usted a relucir y los castiga con la gracia que le caracteriza? Eso estaría mejor hecho.

Desde que empieza el mundo está sabido El castigo que hace Dios eterno; Por vista de los ojos conocido, Está cuando la estima el Sempiterno: La muerte del que es justo y bien creido, Tenemos la castiga con infierno: Que la sangre de Abel el inocente Clamando está ante Dios omnipotente.

Tenía cara de buena persona, con sus ojos claros y su barba canosa y puntiaguda. Casi le inspiró una tierna compasión por sus abrumadores deberes de padre. Mientras tanto, la voz de la doctora cantaba las glorias de su pariente. ¡Un héroe!... Nuestro gracioso kaiser le ha dado la Cruz de Hierro. Varias capitales lo han hecho ciudadano honorífico... ¡Dios castiga á Inglaterra!

Dios castiga sin piedra ni palo: toma, toma... a comer cardos al Frigal ahora... ¿a dónde voy? ¿a dónde voy? Se acordó de míster Robert. Muchas veces le había oído a Quilito ponderar aquel hombre, elogiando su honradez, su contracción, su inteligencia; y cuando ella lo sacaba de ejemplo, estimulándole a imitarle, el joven hacía burlas.

Es el Dios de libertad, señor Simoun, que nos obliga á amarla haciendo que nos sea pesado el yugo; un Dios de misericordia, de equidad, que al par que nos castiga nos mejora, y solo concede el bienestar al que se lo ha merecido por sus esfuerzos: la escuela del sufrimiento templa, la arena del combate vigoriza las almas.

¿Pero por qué sucede que despues de un lance semejante, nos invade primero la risa y despues la tristeza? Esto sucede, porque la verdad no deja nada impune, porque no existe una evidencia más infalible que la ley moral. Esta ley nos castiga, castiga al hombre, castiga su pecado, y ¿quién no baja la cabeza ante el castigo? ¿Quién no dobla la espalda bajo el peso de los azotes?

Palabra del Dia

cabalgaría

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