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Actualizado: 17 de junio de 2025


Cual vorágine furiosa Todo arrastra en su carrera, Cual las pajas de la hera Que arrebata el huracan; Y del genio poseido, Rie, llora, nos encanta, Y atrevido nos levanta En sus hombros de titan. Tus cantos serán oidos En el pueblo americano, Como el nombre de Belgrano, De Bolívar, San Martin, Como se oyó en otros dias La corneta atronadora, Y la armonía sonora De Chacabuco y Junin.

Don Quijote, que le vio ir con denuedo y con brío, le dijo: -Mira, amigo, que no te hagas pedazos; da lugar que unos azotes aguarden a otros; no quieras apresurarte tanto en la carrera, que en la mitad della te falte el aliento; quiero decir que no te des tan recio que te falte la vida antes de llegar al número deseado.

Y en esta carrera precipitada de las ideas, mientras que la filosofía se entretiene en esplicar, y la prosa en vulgarizar, la poesía sigue su marcha ascendente hácia la region de luz, marcando con una columna de oro el gran paso dado por la humanidad, y dejando muy atrás á sus auxiliares en la labor constante del progreso.

En el cuarto año de su carrera se hizo presentar como socio en el Ateneo.

Las velas dieron un parchazo furioso en los palos, y alguna se rasgó; El Dragón, como asombrado, dió un bote terrible, se inclinó hasta hundir la proa en el agua, se tendió al viento y se lanzó a la carrera. ¡Hurra! ¡Hurra! gritamos todos, entusiasmados. ¡Callaos! dijo el capitán.

El viaje le podía costar caro si duraba mucho tiempo. Lo difícil no era encontrar un colega que se encargase de la duquesa y de los demás enfermos; pero París es una ciudad donde los ausentes no hacen carrera y aquel que no se exhibe todos los días es pronto olvidado.

Acaso sea para como un alivio. »Estudié en Valencia la carrera de Derecho; me gradué de abogado en Julio de 1859.

Se negaba á continuar su carrera: quería embarcarse, alegando que para esto se había hecho piloto. En vano doña Cristina impetró el auxilio de parientes y amigos, prescindiendo del Tritón, pues adivinaba su respuesta. El hermano rico de Barcelona fué breve y afirmativo: «¿Si eso le da dinero?...» Los Blanes de la costa mostraron un sombrío fatalismo.

A no ser por semejante desgracia, acaso hubiera tenido carrera: los Moscosos conservaban, desde el abuelo afrancesado, enciclopedista y francmasón que se permitía leer al señor de Voltaire, cierta tradición de cultura trasañeja, medio extinguida ya, pero suficiente todavía para empujar a un Moscoso a los bancos del aula.

En las calles en cuesta que descendían a la Carrera de San Jerónimo, unos terrenos sin edificar dejaban abierto un ancho espacio de cielo entre las casas. Los ojos de los dos se fijaron al mismo tiempo en una estrella que resaltaba sobre las otras con brillo extraordinario.

Palabra del Dia

lanterna

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