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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Paca no juzgó prudente aquella medicación, tanto menos, cuanto que el maestro carpintero departía muy tranquilamente con el señor Rafael, bien ajeno de la necesidad de introducir en su cuerpo una dosis de álcali volátil. Justamente en aquel momento estaba dirigiendo por vigésima vez á su compadre una serie de preguntas que alejaban toda sospecha sobre este punto.
¡Pagar!... ¿Y cómo? Ya era tarde. Por un momento se le ocurrió la heroica resolución de ofrecerse como voluntario, de marchar con la bolsa al costado en uno de aquellos grupos de futuros combatientes, lo mismo que su carpintero.
Adornaba el fondo de esta covacha un gran mascarón de proa, pintado y dorado, de algún barco antiguo. Caracas, además de comerciante, era carpintero; de tarde en tarde tenía que hacer algún modelo de barco de vela, para colgarlo en la iglesia de un pueblo próximo, y, cuando estaba concluído y pintado, los pescadores amigos desfilaban por el rincón aquel, para ver la obra maestra.
Para que las cosas fueran en regla, debía ser pobre, y entonces ella trabajaría como una negra para mantenerle. «Si tú hubieras sido albañil, carpintero o, pongo por caso, celador del resguardo, otro gallo me cantara». «Vaya por dónde te ha dado ahora». «Y nada más». No había medio de quitarle de la cabeza aquella corrección de las obras de la Providencia.
Aquella noche, después de cenar, los dos viejecitos cayeron en la cuenta de que á Enrique Thomas, que ya pasaba de los dieciséis años, era necesario enseñarle un oficio. En una carrera no había que pensar; los pobres, como ellos, no deben poner el hito de sus ambiciones tan alto. Si fuese carpintero... dijo el padre: porque en París los carpinteros ganan mucho. Mejor sería ebanista. O sastre...
Enemigo irreconciliable de las abstracciones tratándose de asuntos tan serios, iba aplazando la boda mientras no viese algo más concreto. Finalmente, aquella mañana, el maestro carpintero se había humanizado y le prometió diez mil pesetas para comprar la participación que su tío tenía en el comercio y quedarse él solo con el negocio de las harinas.
Yo soy carpintero le había dicho presentándose . ¿Y usted, compañero... trabaja en las iglesias? Empleaba este eufemismo para que el sacerdote no pudiese sospechar en él intenciones ofensivas. Los dos se habían estrechado la mano. Yo no estoy por la calotte continuó, dirigiéndose á Desnoyers . Hace tiempo que me puse mal con Dios.
Habièndome hecho presente Pedro Guillermo Rodriguez, que por sus achaques y cortedad de vista no podia continuar el servicio de carpintero en la partida de mi mando, le he concedido su retiro, cuya plaza convendr
Es decir, que el mejor carpintero será aquel que sabe mas verdades sobre su arte. ¿Cuál será el mejor comerciante?
Esta hija menor, á la que apodaba «la romántica», era el objeto de sus cóleras y sus burlas. ¿De dónde había salido, con unos gustos que nunca sintieron él y su pobre china? Sobre el piano se amontonaban cuadernos de música. En un ángulo del disparatado salón, varias cajas de conservas, arregladas á guisa de biblioteca por el carpintero de la estancia, contenían libros.
Palabra del Dia
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