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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Iba saltando sin respeto alguno de sepultura en sepultura, hasta que llegó á una cubierta con una gran lápida en que había grabado un escudo de armas, y se puso á bailar sobre ella. En respuesta á las amonestaciones de su madre, la niña se detuvo un momento para arrancar los espinosos capullos de una cardencha que crecía junto á la tumba.
No era muy genuino, ni muy aromático el del fondín de Venta de Baños; y con todo eso, al introducir en sus labios por vez primera la cucharilla, al sentir el leve amargor y el tibio vaho que la penetraban, experimentó Lucía hondo estremecimiento, algo como una expansión de su ser, cual si a un tiempo se abriesen sus sentidos, semejantes a capullos de arbusto que a la vez florecen todos.
Esta criatura se deleita descubriendo y cogiendo para su madre un ranúnculo de botón de oro entre el musgo; viene luego a esparcir su cosecha a puñados sobre la hoja dibujada para recibir en recompensa un beso, y corriendo, vuelve a buscar flores entre la hierba, y cuando se arrodilla para coger una mariposa posada en una flor, ocultándose enteramente su cuerpo bajo el flotante velo de sus cabellos dorados por el sol, en su lugar, en vez de un cuerpo infantil, creeríamos que hay una madeja de seda puesta al sol como hacen las lavadoras de capullos.
A lo lejos, en las altas colinas, los árboles del bosque dejan entrever á través del follaje y de las ramas, ya rojizas por los capullos y la savia, algo agradable á la vista como el plumón de las aves: es la nieve tamizada que pudre los brezos y helechos bajo los grandes árboles.
En los rosales, muy hermosos con su nuevo follaje, aun no brotaban los capullos; pero en el cuadro de «no me olvides», sembrado por Angelina, se abrían las primeras flores. Había triunfado el amor de la pobre huérfana. Mis plantas, lánguidas y tristes, no florecerían en muchos meses, hasta fines de Abril o principios de Mayo.
Allí, torciendo alambres, enhebrando capullos, acocando pétalos, pintando hojillas, se pasaba mi tía toda la mañana, y toda la tarde. Sólo dejaba su labor para atender a los niños y tomarles la lección. La joven venía en ayuda de la anciana. La doncella se pintaba para aquellas labores. De su mano recibían flores y ramilletes el último toque. ¡Qué guirnaldas y qué festones aquellos!
Y la madre te dice que sí, que hay unos gusanos que se fabrican unas casitas de seda, largas y redondas, que se llaman capullos; y que es hora de irse a dormir, como los gusanitos, que se meten en el capullo, hasta que salen hechos mariposas.
Ni por esto desmerecía la calidad de su seda, la mejor de los mercados conocidos, aun del extranjero, á los que hacía competencia; verdad que hoy mismo puede comprobarse, visitando la fábrica de filatura de los señores Faustino Martínez y Compañía, única que se dedica en esta capital á su hilado, y donde se elaboran capullos de todos los mercados de España y del extranjero, y al simple tacto se distingue la criada en esta región, por sus cualidades de flexibilidad, tenacidad y elasticidad y á la que por su finura y brillantez llaman los inteligentes seda «joyante».
Feli se fijaba otras veces en una jovencita de rojas peinetas en el pelo, hueca falda de flores con largos volantes y un sinnúmero de collares verdes, azules y rosa. Era casi una niña; la pubertad apenas había hinchado la tapa de su pecho con los capullos femeniles; sus ropas huecas, sonando con escandaloso fru-fru, denunciaban una delgadez de escuerzo femenino.
La luna blanqueaba las copas de los manzanos, cubiertos por la nieve de sus menudas flores. Los melocotoneros extendían a lo largo de las paredes sus ramas, abiertas en abanico, llenas de capullos. Carlos respiraba el aire tibio de la noche, cuando oyó un cuchicheo y prestó atención. Estaba hablando su hermana Catalina, desde la ventana de su cuarto, con alguien que se encontraba en la huerta.
Palabra del Dia
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