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Actualizado: 4 de junio de 2025
A un campanillazo y un principia el sorteo metió mano en la banga el niño de la derecha, sacó un canuto, el Auxiliar de Fomento desdobló el papel, lo dió al Alcalde y este leyó: Cabecería, número cual: Fulanito de Tal. Los escribientes buscaron en sus listas la cabecería y apoyaron los puntos de la pluma al margen de Fulanito de Tal.
Quisieron mis hados, o por mejor decir mis pecados, que una noche que estaba durmiendo, la llave se me puso en la boca, que abierta debía tener, de tal manera y postura, que el aire y resoplo que yo durmiendo echaba salía por lo hueco de la llave, que de cañuto era, y silbaba, según mi desastre quiso, muy recio, de tal manera que el sobresaltado de mi amo lo oyó y creyó sin duda ser el silbo de la culebra; y cierto lo debía parecer.
Una mestiza ya madura hacía hervir en el fogón el agua para su mate. El viejo pensaba confusamente que bien podía ser hija suya. Otra de quince años le ofrecía la calabacita de amargo líquido, con su canuto de plata para sorber. Una nieta tal vez, aunque él no estaba seguro.
Trataré de una forma de ratones, Y de vista hablaré y no de oidas. Unas cañas he visto, y cañutones Tran gruesos como piernas muy crecidas; Catorce y quince tiene pocos menos Cada caña, y de agua todos llenos. El agua es muy sabrosa, clara y fria, Mas yendo ya la caña madurando, Un gusano se engendra adentro y cria, Y al cañuto el gusano horadando Afuera mariposa parecia.
Y fue que hizo un cañuto de caña puntiagudo en el fin, y, en cogiendo algún perro en la calle, o en cualquiera otra parte, con el un pie le cogía el suyo, y el otro le alzaba con la mano, y como mejor podía le acomodaba el cañuto en la parte que, soplándole, le ponía redondo como una pelota; y, en teniéndolo desta suerte, le daba dos palmaditas en la barriga, y le soltaba, diciendo a los circunstantes, que siempre eran muchos: ¿Pensarán vuestras mercedes ahora que es poco trabajo hinchar un perro?»
Y en cuatro meses que estuve en aquella ciudad, nunca fuí cogido entre puertas, ni sobresaltado ni corrido de corchetes, ni soplado de ningún cañuto; bien es verdad que habrá ocho días que una espía doble dió noticia de mi habilidad al Corregidor, el cual, aficionado a mis buenas partes, quisiera verme; mas yo, que, por ser humilde, no quiero tratar con personas tan graves, procuré de no verme con él, y así, salí de la ciudad con tanta priesa, que no tuve lugar de acomodarme de cabalgaduras ni blancas, ni de algún coche de retorno, o, por lo menos, de un carro.
La cogió Benina, mientras Almudena sacaba de su bolsillo, donde tenía multitud de herramientas, tijeras, canuto de agujas, navaja, etc., otro envoltorio con dos perras gordas. Añadió a ellas la que había recibido de D. Carlos, y lo dio todo a la pobre anciana, diciéndole: «Amri, arriglar así tigo. Sí, sí... Pongo lo mío de hoy, y ya falta tan poco, que no quiero molestarte más. ¡Gracias a Dios!
Palabra del Dia
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