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Actualizado: 13 de junio de 2025


Su aprensión creció mucho cuando, al llegar a las canteras, él y su madre oyeron el ruido misterioso del telar. ¡Ah! ¡Era como yo lo pensaba! dijo tristemente la señora de Winthrop.

En la otra margen del Garona, el barrio de Chartrong tiene encubierto su fondo irregular de fábricas, almacenes, canteras y cuanto constituye siempre un arrabal, por la mas hermosa y vasta fachada que puede darse. Tal es la fila inmensa de más de trescientas casas elegantes que parecen palacios, orillando todo el malecón del muelle de la una á la otra extremidad de la ciudad.

Pensé que en la vida había algo más que hacer que buscar el goce y que había otros hombres que en los talleres, en las canteras, en las minas, pasaban sus días en un trabajo penoso para ganar lo necesario y, sin embargo, no habían merecido ser tan desgraciados.

Una sirena desnuda, fija a la puerta por su cola enroscada, sirve de llamador. La catedral, labrada toda en piedra blanca y lechosa de las canteras inmediatas a Toledo, se remonta de un solo esfuerzo desde las bases de las pilastras hasta las bóvedas, sin triforiums que corten las arcadas y achaten y hagan pesadas sus naves con ojivas superpuestas.

Y el alegre enjambre transpuso la verja del jardincillo, dirigiéndose a lo que llamaban «la montaña», árida colina, suave hinchazón del terreno, cariada como una muela vieja, rajada y perforada por las excavaciones de las canteras y las minas de greda. El bullicioso escuadrón encaminábase lentamente a un horno de cal que había en la cumbre.

Había ido rápidamente a buscar su sombrero y su sobretodo, conservando sólo la presencia de espíritu necesaria para darse cuenta de que no debía pasar por un insensato; pero se lanzó a caminar en la nieve sin preocuparse de su calzado de baile. Minutos después se dirigía rápidamente a las canteras en compañía de Dolly.

Columnas, grandes y pequeñas, de sosten y de peso, entraron mas de 4300, traidas algunas de Roma, 19 de tierra de cristianos, probablemente de Narbona, 140 regaladas por el emperador griego, 1013 de mármol verde y rosa de Cartagena de Africa, Tunez y otras plazas de allende el Estrecho; las demas sacadas de las canteras del Andalús, como las de mármol negro y blanco de Tarragona y Almería, y las de mármol de aguas de Raya.

En el crepúsculo de la tarde, y aun después, cuando la noche no era obscura, Silas miraba la breve perspectiva que rodeaba las canteras. Velaba y escuchaba atentamente, no con esperanza, pero con un deseo inquieto e irresistible.

¡Oh! papá, me siento como si me ahogara. No hubiera podido creer que hubiese gente que viviera de este modo, tan aglomerada. ¡Qué lindas nos van a parecer las Canteras al regresar! Hija mía, a también me parece esto feo ahora, y además hay mal olor. No puedo convencerme de que el olor fuera antes tan desagradable.

No hubiera podido cerrar la puerta sin desatar la cuerda bien anudada y retrasar de ese modo la cena; no había para qué hacer ese sacrificio. ¿Qué ladrón tomaría el camino de las canteras con semejante noche, y por qué había de hacerlo precisamente esa noche, cuando no le había sucedido eso nunca en los quince años precedentes? Estas preguntas no se presentaban claramente al espíritu de Marner.

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