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Actualizado: 21 de julio de 2025
Viendo su estampa inanimada en ese pedazo de lienzo, nos da gana de echar mano al bolsillo, y de dejarle una limosna. ¡Con qué verdad, con qué candor, con qué inocencia, abre los ojos lánguidos y marchitos, frunce los labios, y alarga dos dedos estirados, para sacarse la espina del pié!
Indudablemente dijo la Dorotea mirando con una expresión de doloroso candor á Quevedo , creo que en parte tenéis razón cuando decís que vale más sufrir que hastiarse. ¡Ah! ¿Y quién duda acerca de eso?
Le dí la mano, la tomó, y antes de que yo pudiera preverlo ni impedirlo, me la besó... Si te crees que el beso de aquellos lindos y frescos labios me produjo un inmenso placer, te engañas. Ese beso me ocasionó sorpresa y confusión, además del secreto chasco de sentir bajo su candor un sentimiento de inconsciente veneración.
Poseía sobre el espíritu de la señorita Margarita y sobre el de su madre, el imperio natural del disimulo sobre el candor; gozaba cerca de ellas de toda la confianza que nace de un largo hábito y de una intimidad cotidiana y sus amas, para emplear su lenguaje, no podrían sospechar bajo las exterioridades de graciosa jovialidad y de obsequioso agasajo, de que se rodea con un arte consumado, el frenesí de orgullo y de ingratitud que roe á aquella alma miserable.
De aquellas largas entrevistas salía rejuvenecida, los ojos brillantes, el pie ligero, saludando con afecto a personas a quienes en otra ocasión hubiera dirigido una fría y desdeñosa cabezada. Luego Raimundo la llenaba de asombro, a lo mejor, con algún acto inconcebible de candor infantil. El muchacho quedó confuso al verla delante; se puso colorado hasta las orejas.
Ya en la calle, misia Casilda no supo adónde ir; estaba tan quemada de la conducta de Gregoria, que se asombraba de su propia paciencia: cómo había soportado en silencio el par de bofetadas con que la obsequió al entrar, sobre todo aquel ahora te acuerdas, que llevaba más filo que un puñal florentino; y luego el aire, la cara, el tono, cual si le debieran y no le pagaran... ¡Valiente papelón había hecho, y todo para salir como rata por tirante! ¡Qué candor el suyo de creer que iba a conmoverse Gregoria con solo verla, que iba a sentirse tocada en el corazón ante aquel acto de nobleza!
Porque las casadas, cuando no somos muy tontas, usamos diversos estilos de mirar, y yo le miré como debía. Inesita abrió los ojos y la boca, como espantada, al oír que había diversos estilos de mirar. Doña Beatriz, sin desistir de su idea de que el candor de su hermana le daba más precio, empezó a reflexionar que, si este candor rayaba en ceguera, podía perjudicar a sus planes.
Justo es, pues, y sobre justo inevitable, que todo jesuíta, y más aún mientras mayores sean su candor y su buena fe, esté persuadido de que la Compañía de Jesús es la mejor del mundo, de que no hay virtud ni ciencia que en ella no resida y de que proceden de ella y procederán muchos bienes para el linaje humano.
¿Cómo no adorar a Adela? Era la verdad entre la mentira, el candor entre la malicia, decía mi amigo al verla en el gran mundo; era el cielo en la tierra. Los padres no deseaban otra cosa: era un partido brillante, la boda era para entrambos una especulación; de suerte que lo que sin razón de estado no hubiera pasado de ser un amor, una calamidad, pasó a ser un matrimonio.
Su rostro es gordinfloncillo, el pelo de un rubio amarillento, frío; el aire bobalicón y parado: pero resulta simpática, casi bonita, porque tiene el encanto de la inocencia y del candor; la infancia triunfa en ella del tipo de la raza: es tan niña que todavía no ha adquirido el empaque que afea a las damas de su prosapia.
Palabra del Dia
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