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Actualizado: 16 de junio de 2025


En la callejuela sombría esperaba la carretela. El cochero, fiel á su promesa, no la había abandonado, pero se había hecho llevar una botella de vino y bebía á la salud de los novios. Las once acababan de dar en el campanario del pueblo. El momento de la partida se aproximaba.

decir que se puso un día encima del campanario del aldea a llamar unos zagales suyos que andaban en un barbecho de su padre, y, aunque estaban de allí más de media legua, así la oyeron como si estuvieran al pie de la torre. Y lo mejor que tiene es que no es nada melindrosa, porque tiene mucho de cortesana: con todos se burla y de todo hace mueca y donaire.

La montaña del horizonte, la luna, el campanario de la parroquia, ciertos muebles... la ropa de color, usada, de andar por casa... las zapatillas gastadas... el lecho de soltero sobre todo. Estos seres inanimados, de la industria, a los cuales dudaba Platón si correspondía una idea, eran para Bonis como almas paralíticas, que oían, sentían, entendían..., pero no podían contestar ni por señas.

En el campanario dieron las dos y Moreno dormía todavía. Melín se acercó a la mesa y sacó de su bolsillo un billete que leyó a la luz vacilante de la vela. No contenía más que una sola línea, escrita en lápiz con letra femenina. «Espera en el corral con el boghey a las tresMoreno se agitó desasosegado y por fin despertó. ¡Jacobo! ¿Estás ahí? . Te suplico no te marches aún.

Su tenaz y perseverante perseguidor, hombre un tanto machucho, como cuadraba con la dama, pasaba en Pilares por arbitro de las elegancias y ocupaba el lugar más distinguido en la política local. Era vicario del duque de Somavia, el cacique de la jurisdicción, que se pasaba la vida en Madrid. La vicaría o representación no se limitaba solamente a los asuntos de la política de campanario.

Cual rústico campanario Que en la campaña desierta Indica al hombre la puerta Del melancólico osario Que ampara su vecindad; Ahí estás, ombú gigante A la orilla del camino, Anunciando al peregrino Que bajo el tronco pujante Duerme por siempre un mortal.

Celedonio que en alguna ocasión, aprovechando un descuido, había mirado por el anteojo del Provisor, sabía que era de poderosa atracción; desde los segundos corredores, mucho más altos que el campanario, había él visto perfectamente a la Regenta, una guapísima señora, pasearse, leyendo un libro, por su huerta que se llamaba el Parque de los Ozores; , señor, la había visto como si pudiera tocarla con la mano, y eso que su palacio estaba en la rinconada de la Plaza Nueva, bastante lejos de la torre, pues tenía en medio de la plazuela de la catedral, la calle de la Rúa y la de San Pelayo. ¿Qué más?

Llegaron de nuevo los felices días del vino a la francesa, y con ellos el buen humor, las largas siestas, y el pasito de gavota al cruzar el puente de Aviñón. Sin embargo, desde su aventura dábanle muestras constantes de frialdad en la ciudad; los viejos movían la cabeza, los niños se reían señalando al campanario.

Y luego, en medio de la llanura, la encantadora aldea de la Pelleta, con su alto campanario, blanco y esbelto, sus casas albas y su ramillete de naranjos y de jazmines. Y después, más lejos, las montañas obscuras de Medina, cuyas vertientes están cubiertas de olivos y de tejos... Os lo repito, si yo fuese monje, no elegiría otro convento que el convento de Santa Magdalena.

Íbanse poco a poco destacando del fondo luminoso del cielo los ángulos rectos y los cortes bruscos de las casas de las aldeas, con sus tapias de tierra y sus paredes de cascote, dominadas desde lo alto del monte por la ermita, en torno de cuyo viejo campanario volaban las bulliciosas y alegres golondrinas.

Palabra del Dia

rigoleto

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