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Actualizado: 22 de junio de 2025


Como la más limpia nota de la aurora repiquetean campanas cuyo ritmo, de lenta isocronía, parece bajar de planos más altos aún que los altos campanarios, mientras como surgiendo de entre las apretadas piezas del entarugado pasan veloces los carros que llevan a domicilio «el pan nuestro de cada día»...

Constaty, Marricart, Moster, Salos, La-Selva, Castellvertt y los demas pueblos de esa comarca, hacen un contraste primoroso, por sus casas pintorescas y sus campanarios, con la melancólica hermosura de esos campos cubiertos de olivos y algarrobos, cuyo color gris y pálida verdura dominan en las sinuosidades del terreno, ocultando las alegres cepas de viñedos.

Bismarck era de oficio delantero de diligencia, era de la tralla, según en Vetusta se llamaba a los de su condición; pero sus aficiones le llevaban a los campanarios; y por delegación de Celedonio, hombre de iglesia, acólito en funciones de campanero, aunque tampoco en propiedad, el ilustre diplomático de la tralla disfrutaba algunos días la honra de despertar al venerando cabildo de su beatífica siesta, convocándole a los rezos y cánticos de su peculiar incumbencia.

De modo que, aunque para el servicio de Dios y culto divino ninguna riqueza puede decirse que es excesiva, con todo, atendiendo a la pobreza de los pueblos y sus naturales, parece que se excedieron en esto. Las torres o campanarios son de madera, formados de cuatro pilares u horcones gruesos y altos, con dos o tres entablados que hacen otros tantos cuerpos, y su tejadito.

Las casas desaparecían entre el oleaje de torres, cúpulas y ábsides. Era imposible volver la vista a punto alguno sin tropezar con parroquias, iglesias, conventos y antiguos hospitales. La religión había absorbido al Toledo industrioso de otros siglos, y aún guardaba bajo su caparazón de piedra a la ciudad muerta. En algunos campanarios ondeaba un banderín rojo con un cáliz blanco.

Hacia el Norte limitaba esta explanada como una muralla gris la cordillera de Cantabria; hacia el Sur podía extenderse la vista hasta los montes de Pancorbo. En este polígono amarillento de Laguardia no se destacaban ni tejados ni campanarios, no parecía aquello un pueblo, sino más bien una fortaleza.

A las diez y media, cuando los campanarios de Villaverde soltaron el primer repique, encendimos el nacimiento, y los padrinos acostaron el niño en su lecho de pajas. Andrés quemó en el patio una docena de cohetes, y el pomposísimo distribuyó sus cucuruchos de confites. Ustedes perdonarán la cortedad... pero... ¡los tiempos no están para lujos!

Buscaba entonces, hacia una y otra parte, los signos graves de la religión: los humilladeros, los paredones conventuales y la misma cruz vencedora, en lo alto de los campanarios, donde brillaba todavía el esmaltado azulejo incrustado por los infieles.

Rasga el aire un silbido agudísimo. Corre ligero el tren por un largo viaducto de tres filas de arcos desde el cual se ve el río Suize ondular lo mismo que una culebra, por entre los prados. Aparecen en el horizonte siluetas de campanarios, de cúpulas y de techumbres de teja, destacándose sobre el oscuro verdor de los árboles, y el tren detiene poco a poco su marcha.

Así es que en los hogares se guisa con cierto producto animal, que no sólo da calor, sino perfume, salvando por el aire una o dos leguas de distancia, de suerte que las poblaciones se huelen mucho antes de llegar a ellas, y aun de columbrarse en el horizonte sus campanarios.

Palabra del Dia

deshice

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