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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Buscaba entonces, hacia una y otra parte, los signos graves de la religión: los humilladeros, los paredones conventuales y la misma cruz vencedora, en lo alto de los campanarios, donde brillaba todavía el esmaltado azulejo incrustado por los infieles.
Un sacudimiento vertiginoso y profundo, a modo de terremoto, recorrió la vasta humanidad del Padre Alesón. Angustias era algo de la casa; vivía a la sombra de la robusta Orden dominicana, como las rosas a la sombra de los cipreses, en los claustros conventuales.
Ventanas abiertas junto a la cornisa ayudaban a los ventanales de abajo a iluminar este salón inmenso y austero. Muebles, pocos y conventuales: amplios sillones de brazos, con asientos y respaldares de vaqueta adornados de clavos; mesas de roble de retorcidas patas; cofres obscuros, con oxidados herrajes sobre fondos de paño verde apolillado.
Muy natural era, pues, que la gran familia benedictina alcanzase mayores beneficios allí donde mas servicios habia prestado, y que en las naciones de Europa mencionadas llegase á haber monasterios como el de S. Galo, el de Fulda, el de Murbaquio, el de Campidonia, el de Wisemburgo, el de Hirsfelden, etc., que mas que casas conventuales pareciesen, á semejanza de la de Monte Casino, verdaderas ciudades.
Este claustro, que había de ser tan grande y hermoso como el de abajo, lo comenzó el cardenal Cisneros don Antolín se llevó la mano al bonete para que viviesen en él, sujetos a reglas conventuales, los canónigos de la catedral. Pero tenían mucho dinero los canónigos de entonces, eran unos grandes señores, y no podían vivir aquí encerrados.
Orlaban las faldas de sus montañas blancos caseríos; en sus espaciosos valles asentaban risueñas poblaciones que se mantenian de la industria, del cultivo y del pastoreo; en sus pingües dehesas y cañadas se apacentaban ganados de toda especie; tendíanse por sus anchas lomas los viñedos con sus lagares, los olivares con sus vigas: por sus frescas vegas los edificios conventuales rodeados de granjas y cortijos; y coronaban sus empinados cerros fuertes castillos y atalayas, centro aquellos del poderío feudal, centinelas avanzadas estas de un Estado robusto y floreciente enclavado en tierra enemiga, único medio entonces conocido de comunicar con rapidez los sucesos prósperos ó adversos de la guerra.
Transcurrió el tiempo y al abandonar el lujo de sus primeros años de matrimonio, para tomar sitio entre las madres de severa respetabilidad, comenzó á seguir dentro de su casa ciertas prácticas austeras y casi conventuales. ¡Cuántas veces Sánchez Morueta se había visto rechazado con ira, porque era Cuaresma ó estaba ella en vísperas de una comunión aparatosa!...
Palabra del Dia
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