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Actualizado: 16 de octubre de 2025
Contestó Lisarda a aquella segunda carta, siempre con el nombre de mi madre, suplicando a don Baltasar no la diese más músicas, que escandalizarían sin duda alguna a la vecindad, y que era mejor, por lo que a su recato convenía, fuese a hablar con ella, ya muy vencida la noche, por una reja oscura, escondida bajo unos soportales que a una callejuela excusada daban.
Echó á correr y llegó al terraplén á tiempo para ver á Roussel acercarse á un coche que estaba parado en la plaza y hacer señas al cochero para que acercase el vehículo á la esquina de la callejuela, á dos pasos de la puertecilla. Mientras la carretela atravesaba la plaza para colocarse al pie del terraplén, Roussel la seguía con aire plácido.
Manos Duras había desaparecido en la callejuela inmediata, y hasta los dos policías, juzgando inútil su vigilancia, se iban alejando hacia el boliche. Otra vez sonó la puerta del salón bajo los discretos llamamientos de Sebastiana. Ahora entró más resueltamente, pero hablando en voz baja y sonriendo con una expresión confidencial. ¿Ha venido el señor? preguntó Elena.
-Ya lo veo -respondió Sancho-; y plega a Dios que no demos con nuestra sepultura, que no es buena señal andar por los cimenterios a tales horas, y más, habiendo yo dicho a vuestra merced, si mal no me acuerdo, que la casa desta señora ha de estar en una callejuela sin salida.
Salió de su abstracción y á paso lento, siguiendo su paseo, se dirigió hacia la Celle-Saint-Cloud. Fortunato se estremeció. ¿Se habría engañado? ¿Sería capaz Mauricio de tanto disimulo? ¡Qué! ¿iría á casa de la señorita Guichard? ¡No! imposible. Y, sin embargo, tomaba una dirección nada dudosa hacia una plazoleta en la que desembocaba la callejuela donde el joven había sido atropellado.
Los faroles venecianos alumbraban las calles de árboles en torno de la casa. Las arboledas del jardín y el terraplén estaban en la sombra. Roussel empezó por pasearse por el parque con aire indiferente y después, poco á poco, se aproximó á la puertecilla que daba al rincón de la callejuela en que estaba la tapia en la cual Mauricio había visto por primera vez á Herminia.
En otro rincon roncaba un hombre, con ese estertor característico del sueño brutal de la embriaguez, tirado como un tronco negro, y á su lado se rascaba un perro que empezó á gruñir con desconfianza al vernos aparecer sobre la cima de la escalera. Cuando saqué la cabeza al aire ménos infecto de la callejuela, sentí como si me hubiesen sometido á la accion mortal de una máquina neumática....
Y Juanón, como si no se pudiera ordenar nada que no fuese por su voz, repetía a gritos: ¡A la cárcel, muchachos! ¡A salvar a nuestros hermanos! Dieron un largo rodeo para entrar en la ciudad por una callejuela, como si les avergonzase pisar las vías anchas y bien iluminadas.
Hacia la callejuela del Arsenal varios guardias nacionales arrastraban una pieza de artillería de veinticuatro.
La encontré en aquella salita tan modesta, tan triste, a la que llega la luz por encima de los tejados vecinos, en aquella callejuela estrecha y húmeda. Estaba pintando una miniatura de un niño, cuya fotografía tenía delante.
Palabra del Dia
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