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Actualizado: 1 de julio de 2025
La presencia de Juanón les imponía respeto. Además, por el fondo de la calleja avanzaba otro joven. Aquel no sería de la idea; algún retoño de burgués, que se retiraba a su casa. Mientras Montenegro agradecía a Juanón su oportuna presencia, que le salvaba de la muerte, verificábase un poco más allá el encuentro de los braceros con el transeúnte. Las manos, burgués; enséñanos las manos.
Es verdad también que Romero Alpuente no es ningún rana dijo otro de los presentes. ¿Cómo rana? exclamó, animándose, Calleja. ¡Que le sobra talento por los tejados!... Y á usted, señor Carrascosa, ¿quién le ha dicho que yo no soy competente? ¿Quién es usted para saberlo? ¿Que quién soy? ¿Y usted qué entiende de discursos? Vamos, señor don Gil, no apure usted mi paciencia.
¿Cuánto te dieron por los gritos del día de la procesión, prendita? exclamó desde el rincón el augusto Calleja. ¡Afuera con él! ¡Fuera los traidores, fuera! ¡A la calle, á la calle!
Le digo á usted que le tengo por un ignorante lleno de presunción. Respete usted, señor Calleja exclamó don Gil un poco conmovido; respete usted á los que por sus estudios están en el caso de... Yo... yo soy graduado en cánones en la Complutense. Cánones, ya. Eso es cosa de latín. ¿Qué tiene que ver eso con la política?
Hazla amueblar, y luego tráeme la llave y las señas de la casa. Muy bien, señor. A la noche, á las doce en punto, el duque de Osuna llegó á la calleja á donde daba la parte posterior de la casa de la duquesa de Gandía.
Dadme vuestro brazo á fin de que yo pueda andar de prisa, y tiremos adelante. Adelante, don Francisco, pero tiremos hacia palacio. ¡Hacia palacio, eh! pues que palacio sea con nosotros. Y marchando con cuanta rapidez les fué posible, que no era mucha á causa de la deformidad de las piernas de Quevedo, salieron de la calleja. Poco después entraban en ella muchos hombres con luces.
Id tranquilo, tío, que como Dios me ha sacado de otros lances, me sacará de éste. Dios lo quiera. Id, id con Dios. El señor Francisco Montiño tiró la calleja adelante y tomó á buen paso el camino del alcázar.
Poca cosa dijo Tres Pesetas, que era el más atrevido. No más que abrirle un tragaluz en la barriga pa que salgan á misa las asaúras. Vamos, marchaos á vuestras casas dijo el militar con mucha entereza: yo le defiendo. ¿Usía? Sí, yo. Marchaos, yo respondo de él. Pues sino ize ¡viva la...! Dí ¡viva la Constitución! exclamaron todos á la vez, menos Calleja, que se estaba riendo como un idiota.
Los cuatro desalmados rugieron con ira; pero el militar parecía resuelto á defender á Elías hasta el último trance. "Apartaos dijo. Este hombre está loco. ¿No conocéis que está loco? Que retire esas palabras dijo riendo siempre Calleja, que aun en la embriaguez blasonaba de usar con propiedad las formulas parlamentarias. ¿Qué rítire ni ritire?
Sí, señor; la comitiva tomará el camino de la calleja de abajo y cuando lleguemos nosotros a la iglesia, ya estarán en el Vivero.... De modo.... De modo, que es mejor volvernos. ¡Ay, don Fermín, perdóneme usted este paseo... esta molestia!...
Palabra del Dia
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