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Actualizado: 30 de junio de 2025
Cayeron luego el ventero y la ventera en que el loco era su huésped, el del bálsamo, y el amo del manteado escudero, y contaron al cura todo lo que con él les había pasado, sin callar lo que tanto callaba Sancho.
Pero como era hombre de tacto, aunque juró un poco, acabó por callar. El Señor llegaba ya. Su barba era de plata y su cabeza tenía como adorno un triángulo resplandeciente que lanzaba rayos lo mismo que el sol. Detrás venía Miguel, con una armadura incrustada de piedras preciosas formando fantásticos dibujos. Cerraban la marcha todos los ministros y altos dignatarios de la corte celestial.
Y yo necesito que el conde de Lemos vuelva. Entonces doña Catalina estará más contenida, porque un marido al fin es un marido, y, si pretende hacer algo, yo la haré callar. Del mismo modo haré que la duquesa de Gandía te sirva de cabeza. Conque ayudémonos resueltamente, duque, y no disputemos más.
Únicamente cuando viene el señor Mesía.... Oh, es que el señor Mesía... es otra cosa. Sí, es mucho hombre. Muy entendido en Hacienda y eso que llaman Economía política. Yo también creo en la Economía política. Yo no creo, pero respeto mucho la memoria de Flórez Estrada, a quien he conocido. Todo menos disputar; en cuanto asomaba una discusión, se le echaba tierra encima y a callar todos.
Aseméjanse también á estas últimas, ya por su fábula y por el colorido serio, que en ellas predomina, ya por su característico más importante: No hay cosa como callar, Primero soy yo, Cuál es mayor perfección, La desdicha de la voz y Dar tiempo al tiempo.
Si usted no quiere tenerla en casa, yo me encargo con mucho gusto de ella, Amalia dijo María Josefa, que estaba un poco apartada paseando a la niña y arrullándola para hacerla callar. No he dicho que no quería manifestó con viveza la dama. Recogeré esa niña, porque tengo más obligación que nadie, ya que me la confían... Pero, como usted comprende, para hacerlo necesito contar con mi marido.
No debes mentir ni por salvar la vida del prójimo, ni por salvar la honra de nadie, ni por el bien de la religión; pero yo me atrevo á sostener que debes callar la verdad cuando nadie la inquiere de tí y cuando de decirla resultan más males que bienes. Pensar algo en contra es delirio. Lo sostengo sin vacilación. Voy á explanar mi doctrina en breves palabras. Tú cometes un pecado.
Cuidóse, pues, el insigne sevillano de salvar de la destrucción preciados monumentos escultóricos que sirviesen de ornamento á su Palacio, y á Sevilla envió gran número de estátuas antiguas de Roma que le dió el Pontífice Pío V, las cuales, dice Zúñiga, se ven en el patio y jardin de su palacio, con otras muchas insignes antiguallas, entre ellas unas que se afirman ser las estátuas mutiladas de Pasquino y Marfrodio, tan mentadas de Roma, en que nunca faltará su memoria, y el sitio que ocuparon destinado á los libelos y Pasquines, no fáciles de hacer callar, ni al castigo ni al escarmiento.
Además de que la lengua se nos ha dado para callar, bien así como se nos dio el libre albedrío para hacer sólo el gusto de los demás, los ojos para ver sólo lo que nos quieran enseñar, los oídos para sólo oír lo que nos quieran decir, y los pies para caminar a donde nos lleven.
Un cura me refirió que, estando confesando una tarde a algunos indios, habían traído para el mismo efecto algunas muchachas de edad suficiente para confesarse, las que, estando cerca del confesionario, tenían entre sí mucha risa y alboroto, tanto que le obligó a reñirles y mandarles callar.
Palabra del Dia
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