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Actualizado: 5 de junio de 2025


Ea, ea, señores dijo el Arcipreste desde la alcoba a rezar tocan; yo voy a rezar con permiso de ustedes... In nomine Patris... ¿Adónde van ustedes? gritaba la Marquesa desde el Belvedere al Magistral y a don Víctor que uno tras otro, a veinte pasos de distancia, corrían por el bosque, calados ya hasta los huesos, chorreando el agua por todos los pliegues de la ropa y por las alas del sombrero.

La aglomeración de arenas, va haciendo difícil la navegación por muchos sitios, y si en un plazo corto no se establecen servicios de dragas, la barra de Napindan opondrá un poderoso obstáculo á los más reducidos calados al par que las aguas irán absorbiendo territorio.

Hacía frío, y aunque no lo hiciera, los viajeros lo tendrían sólo de ver las estaciones encharcadas, los empleados calados y los campesinos que venían a tomar el tren con un saco por la cabeza.

A fin de justificar el nombre, sin duda, corrían por todos sus calados balaústres airosos festones de rosal enredadera, al extremo de cuyas ramas oscilaban las cabecitas lánguidas de las últimas rosas de la estación.

Observad como él y sus mugeres van para no ser conocidos encubiertos con ámplios albornoces, con los capuchones calados sobre los ojos.

Mientras Facia se llevaba el achacoso artefacto, tendieron ellas sobre la mesa otra colcha de damasco rojo, y sobre la colcha una muy blanca sabanilla con randas de muchos calados; luego trasladaron de la cómoda a la mesa el crucifijo de marfil, cuatro candeleros y el vaso con agua bendita y el ramito de laurel; enseguida otra alfombra delante de la mesita; después todas las tiras y ruedos que se encontraron para formar una senda tan larga como se pudo; cuatro vapuleos a las sillas antes de ponerlas en orden; unos toquecitos más a las ropas de la cama; una mirada desde lejos al conjunto de tantas y tan diversas cosas... y ya estaba aquello despachado.

El P. Juan Patricio y sus compañeros gastaron veinticinco días para entrar en San Rafael, por estar, á causa de las lluvias innundada toda la campaña, por cuya causa se veían obligados á caminar descalzos, todos calados de agua, y era gran fortuna topar á la noche con algún montecillo, aunque pantanoso, donde hacer alto, aunque no para tomar algún reposo y aliento en el sueño, por no permitirlo la infinita multitud de mosquitos y tábanos que produce la humedad.

Mira una feliz combinacion de este estilo con el árabe en la casa llamada de D. Juan Conde, que perteneció á la Hermandad del Sagrario; en cuyo frente verás tres lindos balcones, el del centro en forma de ajimez con garbosos calados de crestería y lambel que le contorna.

La torre de la catedral con sus festones primorosos, con sus calados de encaje, se alzaba ante sus ojos atónitos como una maravilla. Entró por el arrabal de la Puerta Nueva, preguntó por la posada de la Felisa y no tardó en dar con ella. Esta Felisa, mientras le freía un par de huevos y algunas lonjas de jamón, le enteró de todo lo que quiso y lo que no quiso.

Los peones, calados hasta los huesos, con su flacura en relieve por la ropa pegada al cuerpo, despeñaban las vigas por la barranca. Cada esfuerzo arrancaba un unísono grito de ánimo, y cuando la monstruosa viga rodaba dando tumbos y se hundía con un cañonazo en el agua, todos los peones lanzaban su ¡a...ijú! de triunfo.

Palabra del Dia

rigoleto

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