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Actualizado: 3 de julio de 2025
En cambio, los rebaños de cabras subían las escaleras tortuosas, con la agilidad de la costumbre, para dejarse vaciar las ubres en todas las mesetas. Los muelles de la Marinela atraían al capitán por su «color» de puerto mediterráneo.
Finalmente, Anselmo y yo nos concertamos de dejar el aldea y venirnos a este valle, donde él, apacentando una gran cantidad de ovejas suyas proprias, y yo un numeroso rebaño de cabras, también mías, pasamos la vida entre los árboles, dando vado a nuestras pasiones, o cantando juntos alabanzas o vituperios de la hermosa Leandra, o suspirando solos y a solas comunicando con el cielo nuestras querellas.
Así distraído se alejó algo más de lo acostumbrado, y al levantar los ojos vió cerca de sí un muchachuelo tendido sobre la hierba, cuidando de un escaso rebaño de cabras, y muy entretenido en tallar con la navajilla algunas labores en un palo.
La vegetación silvestre, rumiada de continuo por las cabras y los carneros, crece allí fina y dorada como el raro plumón que el viento siembra y también él derriba en las yermas y escabrosas rocas de los Alpes.
Las horas pasaban; a unos campos sucedían otros monótonamente iguales, repitiéndose sin cesar los accidentes del terreno, pareciéndose siempre en algo los caseríos, las granjas, los rediles vacíos, mientras sobre las lomas o en los cerros se divisaban, como puntos inquietos blancos y negros, las ovejas y cabras que corrían acosadas por los celosos perros.
Entónces aquellos animales se enfurecen, brincan como cabras, corren como demonios y levantan una polvareda que hace perder de vista el horizonte é invade, á los viajeros en sus navetas martirizadoras.
-Ni miento ni sueño -respondió Sancho-: si no, pregúntenme las señas de las tales cabras, y por ellas verán si digo verdad o no. -Dígalas, pues, Sancho -dijo la duquesa. -Son -respondió Sancho- las dos verdes, las dos encarnadas, las dos azules, y la una de mezcla.
La vegetación. El manzanillo. Cabras y yanquis. La fiebre. Barranquilla. La "brisa". La atmósfera enervante. El fatal retardo. Preparativos. El río Magdalena. Su navegación. Regaderos y chorros. Los "champanes". Cómo se navegaba, en el pasado. El "Antioquía". "Jupiter dementat..." Los vapores del Magdalena. La voluntad. Cómo se come y cómo se bebe. Los bogas del Magdalena. Samarios y Cartageneros.
Pero, ¿qué dirás cuando te diga yo ahora cómo, entre otras infinitas cosas y maravillas que me mostró Montesinos, las cuales despacio y a sus tiempos te las iré contando en el discurso de nuestro viaje, por no ser todas deste lugar, me mostró tres labradoras que por aquellos amenísimos campos iban saltando y brincando como cabras; y, apenas las hube visto, cuando conocí ser la una la sin par Dulcinea del Toboso, y las otras dos aquellas mismas labradoras que venían con ella, que hablamos a la salida del Toboso?
El aire estaba impregnado de los mas ricos perfumes; los matorrales de helechos sacudian sus húmedas melenas sobre las alas de la brisa, y al concierto de rumores salvajes que se alzaba del seno de las profundas ramblas ó torrentes se juntaba el ruido de las campanillas que agitaban las vacas y las cabras, al vagar por las entrecortadas praderitas de la montaña, devorando con avidez y delicia la grama humedecida.
Palabra del Dia
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