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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Determinó, pues, don Alonso de poner a su hijo en pupilaje: lo uno por apartarle de su regalo y lo otro por ahorrar de cuidado. Supo que había en Segovia un licenciado Cabra que tenía por oficio de criar hijos de caballeros, y envió allá el suyo, y a para que le acompañase y sirviese.

Tengo las peores noticias de tal individuo, y aunque no en qué forma le tendrá usted cogido, nada más fácil que á la postre tire la cabra al monte. De todos modos, procure que no se le vea en público con ese sujeto, y esparza bien la creencia entre la gente de que el apoyo que nos presta obedece sólo á los remordimientos de su conciencia y á los deseos de ponerse en paz con la Iglesia.

Decíame don Diego que qué haría él para persuadir a las tripas que habían comido, porque no lo querían creer. Andaban vaguidos en aquella casa, como en otras ahitos. Llegó la hora del cenar pasóse la merienda en blanco ; cenamos mucho menos, y no carnero, sino un poco del nombre del maestro, cabra asada. Mire vuestra merced si inventara el diablo tal cosa.

Y así, es por demás decir que nos saque vuestro padre, si alguno no nos reza en alguna cuenta de perdones y nos saca de penas con alguna misa en altar previlegiado. Entre estas pláticas y un poco que dormimos, se llegó la hora de levantar. Dieron las seis y llamó Cabra a lición; fuimos y oímosla todos.

El pequeño conocía la llegada de los domingos por la comida, que era también al aire libre, pero sin andamios cerca, sin la vecindad de blusas blancas, en las afueras de la población, sentados en la hierba rala de algún solar sembrado de botes de lata, pedazos de botellas y zapatos viejos; viendo sobre el perfil de los inmediatos desmontes la bucólica silueta de una cabra tristona o de una vaca tísica; escuchando el vals loco martilleado a toda velocidad por el piano del merendero, al cual iba su padre para llenar de vino el cuadrado frasco. ¡Cómo recordaba Maltrana las tortillas de escabeche de los días de fiesta, en medio del campo yermo invadido por los residuos de la ciudad! ¡Cómo los pucheretes con piltrafas de tocino, junto a las vallas de los edificios en construcción!... Su madre apenas comía; sólo se ocupaba de él, llevando una mano al plato, mientras con la otra le sostenía en su regazo.

Dinorah corría en su busca, Höel arrastraba a Corentino medio loco de terror y la orquesta se apagaba lentamente, pianissimo, en un suave murmurio que dejaba sobresalir lejos, cada vez más lejos, hasta convertirse en un eco apagado, misterioso, mágico, las vibrantes notas de la campanilla de plata de Bellak, la cabra blanca .

El cabrero dio dos palmadas sobre el lomo a la cabra, que por los cuernos tenía, diciéndole: -Recuéstate junto a , Manchada, que tiempo nos queda para volver a nuestro apero.

A nadie se le persuadirá que don Francisco de Quevedo, que era en prosa y en verso un poeta lírico antes que todo, idealizador de lo feo, como quien miraba la miseria con vidrios de aumento, hizo la figura de ningún avaro real ni posible en su Licenciado Cabra.

De eso está libre... Repito que buen provecho te haga tu oveja, mejor dicho, tu cabra descarriada. Pero si no es eso... es que yo no me expreso bien. Dígame una cosa, ¿el querer ser honrada no es lo mismo que serlo? ¿Dice usted que no? Pues yo no lo veo así, yo no lo veo así. ¿Cómo ha de ser lo mismo querer ser una cosa que serlo?

Pero lo más raro de todo es que cuando vemos un burro, lo que menos pensamos es que de él salen los tambores. ¿Pues, y eso de que las cerillas se saquen de los huesos, y que el sonido del violín lo produzca la cola del caballo pasando por las tripas de la cabra?». Y no paraba aquí la observadora.

Palabra del Dia

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