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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Hija, yo creí desocuparme más pronto... Y mi rey tiene hambre... ya le oigo llorar... Voy, voy, hijo de mis entrañas... ¡Ay!, creí que no me dejaban venir. Si me llevan a la cárcel, no ... pobrecito mío». Abra usted, abra pronto... le dijo Guillermina empujándola , callejera, cabra montés.

Te engañas cuando dices que a nada aspiras, que nada ambicionas. ¡No sospechas cuántos encantos y cuántas seducciones tiene la vida! «Perdóname, y no pienses mal de ; serías injusto, y la injusticia no cabe ni cabrá nunca en un corazón tan noble y tan generoso como el tuyo.

¡Delicioso! decía Currita más y más conmovida, porque la cabra se escapaba en aquel momento.

Si no fuese por ella, ¿habría romerías tan alegres como la de la Virgen de Araceli y la de la Virgen de la Sierra de Cabra? ¿Habría Niño Jesús que vestir? ¿Habría procesión que ver? ¿Habría paso de Abraham, Descendimiento, judíos y romanos, apóstoles y profetas, encolchados, ensabanados y jumeones, hermanos de cruz, y demás figuras que salen por las calles, en la Semana Santa?

Por los pies me ha conocido el ingenio de vuecencia; es difícil que conozcan á algunos por la cabeza. Hay quien puede en pies de cabra enderezar su soberbia, porque lo que todo es aire, cualquier cosa lo sustenta. Y acabado el romance, se dejó caer el sombrero sobre la cabeza, se embozó de nuevo, y se volvió á la puerta franca. El duque se adelantó y cerró aquella puerta. Sois mi prisionero dijo.

No, señor; ¿por qué lo pregunta? Por na... Es que a los de Cabra los suelen llamar cabrones. Quedé espantado. Creí que aquella agresión brutal iba a producir una escena trágica. Pero afortunadamente no fue así. El catalán dijo que aquel insulto no se lo diría fuera. Cueto respondió que se lo repetiría donde y cuando gustase.

De la famosa Nava de Cabra dice el moro Rasis estas palabras en su historia: «Tiene Cabra en su término un monte que llaman Selva, y es tan alto que contiende con las nubes. En aquel monte hay muchas flores y de muy buenos olores, y además yerbas de todas virtudes

En este momento oyeron el galope de un escuadrón y los dos moros huyeron del sitio. 70 El escuadrón era mandado por el Conde de Cabra. Sorprendió y derrotó a los moros. Entonces salió D. Pedro Gómez con el caudillo. Refirió al conde lo que había ocurrido y éste le dijo: En rigor, Aliatar es también mi prisionero, Don Pedro. 75 Es honor que he buscado muchas veces en los campos de batalla.

Un portazo o un salto ligero entre la hierba interrumpía de vez en cuando el silencio monótono que reinaba en aquel solitario lugar: era una cabra, que acudía a rumiar al resguardo del viento. Al verme se detenía absorta, y quedábase plantada ante , con aire vivaracho, los cuernos en alto, contemplándome con ojos juveniles...

Más de cuarenta procesos estaban en suspenso, esperando que tuviera la bondad de dejarse coger. ¡Pero bueno era él! Saltaba como una cabra, conocía todos los rincones de la sierra, partía de un balazo una moneda en el aire, y la Guardia civil, cansada de correrías infructuosas, acabó por no verle. Ladrón... eso nunca.

Palabra del Dia

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