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Dirigí una mirada medrosa al vasto patio que el crepúsculo comenzaba a envolver con un velo azulado. Al menor ruido me estremecía, me figuraba oír que la voz poderosa de Roberto me deseaba la bienvenida. El patio estaba desierto, era la hora del descanso y en él reinaba un silencio profundo. Sólo oía, por el lado de las caballerizas, el crujido particular que se hace al aguzar una guadaña.

Otras veces Ramiro curioseaba la negra cocina; el horno del pan, capaz de abastecer a un convento; la panera, donde se guardaban los sacos del diezmo; o, bajando por una rampa de piedra, hacia la derecha del portal, íbase a palmear las mulas y el cuartago en las caballerizas subterráneas.

En el lado opuesto a la huerta, un espacio de las mismas dimensiones, y encerrado en las tapias del convento, contenía los molinos de aceite, cuyas vigas, de cincuenta pies de largo y cuatro de ancho, eran de caoba, y además las atahonas, los hornos, las caballerizas y los establos.

Algunos de ellos habían llegado de Andalucía tras una conducción de toros, quedándose para siempre en los alrededores de la plaza. Repartió Gallardo algunas monedas entre estos mendigos que le seguían gorra en mano, y entró en el circo por la puerta de Caballerizas. En el corral vio un grupo de aficionados presenciando las pruebas de los picadores.

En fin, durante unos cinco minutos reímos de todo corazón. Luego nos arrojamos sobre un mapa de Francia, y no sin trabajo conseguimos descubrir a Souvigny. Después del atlas tomamos una guía de ferrocarriles, y esta mañana, por el tren de las diez, desembarcamos en Souvigny. Todo el día lo empleamos en visitar el castillo, las caballerizas, los jardines.

El maestro tomó posesión de sus hornillas y el picador de sus caballerizas. Lo demás era únicamente cuestión de dinero, y madama Norton aprovechó sus plenos poderes, conformándose con las instrucciones recibidas. En el corto espacio de dos meses hizo verdaderos prodigios para que la instalación de los Scott, fuese completa y absolutamente irreprochable.

Te voy a hacer un armario para la ropa, tan bueno y tan famoso, que la gente pedirá papeleta para verlo, como la Historia Natural, y Caballerizas.

Acababan las cuadrillas de salir al redondel, cuando sonaron fuertes golpes en la puerta de Caballerizas. Un empleado de la plaza se acercó a ella gritando con mal humor. No se entraba por allí; debían buscar otra puerta. Pero una voz le contestó desde fuera con insistencia, y abrió. Entraron un hombre y una mujer: él con sombrero blanco cordobés; ella vestida de negro y con mantilla.

Los hay que se espantan, los hay que se encogen, hágase lo que se haga... En fin, adelante. Un poco de todo eso era el patio de Krakowitz. Graneros espléndidos... carretones mal cuidados... magníficos montones de estiércol, y caballerizas en desorden.

Pues entonces sois de la casa dijo el conde ; cubríos, mozo, cubríos, que corre un mal Norte, y seguid hacia el alcázar; y , bergante añadió dirigiéndose al palafrenero , toma el caballo, llévale á las caballerizas y cuídale como si fuera un bicho de punta; y debe de haberlo sido. ¡Diablo, lo que son los años!