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Actualizado: 28 de junio de 2025
Pues bien, yo te juro que eso no es cierto. Plutón no me ha llevado engañada: me caí yo y él me sostuvo, pero en vez de sacarme bajó conmigo por la chimenea. Dentro de la mina quiso aprovecharse, pero le salió caro, porque le di con la hoz en la cabeza y le tumbé en el suelo... Creí que le había matado; escapé por la mina y me perdí...
Pensé que tenía una verdadera vocación, pero luego caí en la cuenta de que era un vano espíritu poético; el misticismo fue la máquina de sus poemas, hasta que se presentó otra máquina más adecuada. ¡Alabado sea Dios, que ha querido que el desengaño de Luisito llegue a tiempo! ¡Mal clérigo hubiera sido si no acude tan en sazón Pepita Jiménez!
Me volví loco, te busqué como se busca lo que más queremos en el mundo. No te encontré; a la vuelta de una esquina me acechaba una pulmonía para darme el estacazo... caí». ¡Pobrecito mío!... Lo supe, sí. También supe que me buscaste. ¡Dios te lo pague! Si lo hubiera sabido antes, me habrías encontrado.
A tiempo llegaba, porque la herida que recibí en la lucha con Dechard había vuelto a abrirse y la sangre corría abundante, formando roja mancha en el suelo. ¡Pues entonces déme usted su caballo! grité, apartándolo de mí. Di algunos pasos hacia el caballo, tambaleándome, y caí de bruces. Tarlein se arrodilló a mi lado. ¡Federico! dije.
Sí; ¡el horrible viejo me seguía! las escaleras son estrechas y empinadas; caí, di con la cabeza en la barandilla, y casi me he roto una mano; pero al fin estoy aquí; aquí, con usted que me defenderá. No la pregunté más. ¿Y para qué? Todo estaba explicado. Envié a Mauricio por un facultativo que se encargó de la curación de Amparo y de Mustafá.
Busqué y toqué la cesta en que su mano había colgado pocos instantes antes su bordado, comenzado. ¡Ay, pobre corazón! Caí de rodillas ante el lugar que ocupaba, y allí, con la frente sobre el mármol, lloraba y sollozaba como un niño. ¡Dios mío, cómo la amo! Aproveché las últimas horas de la noche para hacerme conducir secretamente á la pequeña ciudad vecina, donde tomé el carruaje de Rennes.
Yo, a todo esto, después que caí en la privada, era la persona más necesaria de la riña. Vino la justicia, comenzó a hacer información, prendió a berceras y muchachos mirando a todos qué armas tenían y quitándoselas, porque habían sacado algunos dagas de las que traían por gala y otros espadas pequeñas.
Yo pensaba lo mismo y me vestí febrilmente, pensando que influida por su padre, concluiría por dar su consentimiento. Yo en su lugar, habría dicho que sí en un segundo, y me hubiera casado quince días después. ¡Ay! mis sueños se habían desvanecido... y caí en un enorme desaliento.
Acababa él de llegar del extranjero, venía haciendo alarde de gastar mucho, tirando materialmente el dinero. A mí, por el modo de vestirme por mi tipo, ¿qué se yo? por si me ponía colorines y trajes estrambóticos me llamaban «la Vistosa o la rubia vistosa»; me vio, le caí en gracia y comenzó a obsequiarme.
672 El porqué tiene ese nombre naides me lo dijo a mí, mas yo me lo esplico ansí: le diran penitenciaria por la penitencia diaria, que se sufre estando allí. 673 Criollo que cai en desgracia tiene que sufrir un poco; naides lo ampara tampoco si no cuenta con recursos. El gringo es de más discurso: cuando mata, se hace el loco.
Palabra del Dia
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