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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Todos eran escépticos en materia de moral doméstica, no creían en virtud de mujer nacida salvo D. Frutos, que conservaba frescas sus creencias , y despreciaban el amor consagrándose con toda el alma, o mejor, con todo el cuerpo, a los amoríos; creían que un hombre de mundo no puede vivir sin querida, y todos la tenían, más o menos barata; las cómicas eran la carnaza que preferían para tragar el anzuelo de la lujuria rebozado con la vanidad de imitar costumbres corrompidas de pueblos grandes.
No tenía, no podía tener lo que un amigo mío suele llamar «el sentido cómico de los acontecimientos». Y así a veces, ante cosas verdaderamente cómicas, su espíritu encontraba siempre un aspecto sobre el cual se podía discutir seriamente, abandonando la broma, como algo incompatible con su temperamento, y contemplando tan solo el lado serio y elevado a que la cosa misma pudiera prestarse.
Seis están en la colección siguiente de las obras de Mendoza: Obras líricas y cómicas, divinas y humanas, del canoro cisne, el más pulido, más aseado y el más cortesano cultor de las musas castellanas, D. Antonio Hurtado de Mendoza: Madrid, 1728.
La otra noche tuvo la ocurrencia de parodiar las ceremonias de la Iglesia, el modo de andar, las actitudes y genuflexiones del sacerdote en el altar. Al mismo tiempo murmuraba sílabas raras e incomprensibles, con inflexiones de voz cómicas, resoplidos grotescos y contorsiones extáticas y devotas.
V. las Obras líricas y cómicas de D. Antonio Hurtado de Mendoza: Madrid, 1728, págs. 145 y siguientes. Así lo prueban claramente los ejemplos siguientes: «Nace amor como planta En el corazón; El cariño la riega, La seca el rigor. Y si se arraiga, Se arranca al apartarle Parte del alma.
Las situaciones cómicas, en cuya invención nos maravilla su fecundidad inagotable, no constituyen, sin embargo, un plan regular, ni ofrecen, por tanto, el interés dramático que en ellas observaríamos, si Gil Vicente hubiese sabido imprimirles unidad, contentándose generalmente con trazar á grandes rasgos imágenes verdaderas y divertidas de la sociedad en que vivía, y con diseñar el prototipo perfecto de las composiciones dramáticas, que después se denominaron entremeses.
Las modistas y las grisetas de provincia reemplazaban, sin hacérselas olvidar, a las cantoras y cómicas de París. Buscando un poco se encuentran aún grisetas en las provincias, y Pablo buscaba mucho. Apenas estuvo el cura en presencia de la señora de Lavardens, díjole ésta: Yo puedo, sin esperar la llegada de M. de Larnac, deciros los nombres de los compradores de Longueval.
Lope de Vega apostrofa de esta suerte, en su Laurel de Apolo, al capitán Virués: «¡Oh ingenio singular! en paz reposa, A quien las Musas cómicas debieron Los mejores principios que tuvieron; Celebradas tragedias escribiste.» Poca importancia debe darse también al título de tragicomedia, que suele preceder á algunos dramas españoles.
¡Ya lo creo, divertidísimo!... Ver las caras tan cómicas de esa pobre gente cuando se les pone al pecho el puñal de la caridad. ¡La bolsa... o el ridículo!... Y entregan las pobrecillas la bolsa y se quedan también con el ridículo. ¿Me traerá usted otra tarde, condesa?... Sí, hija mía, con mil amores... Pero no me llames de usted, háblame de tú, dime Curra... ¡Vamos, que no soy tan vieja!...
Como un mal clérigo, que abusa del confesonario, sabía don Álvaro flaquezas cómicas o asquerosas de muchos maridos, de muchos amantes, sus antecesores, y en el número de aquellas crónicas escandalosas entraban, como parte muy importante del caudal de obscenidades, las pretensiones lúbricas de los solicitantes, sus extravíos, dignos de lástima unas veces, repugnantes, odiosos las más.
Palabra del Dia
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