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Actualizado: 3 de julio de 2025


Primero, un maestro cocinero de primer orden, que acababa de abandonar una antigua casa del faubourg Saint-Germain, con gran pesar, pues tenía sentimientos aristocráticos, y le costaba mucho ir a servir a algún burgués, o a extranjeros.

Es una gran alegría hallarse así en la naturaleza virgen, sólo á algunos pasos de los campos arados en surcos paralelos y sentirse obligado á trazarse un camino por entre las piedras y la maleza, no lejos del honesto burgués que se pasea plácidamente contemplando sus cosechas.

Se notaba en su persona un deseo de imitar á las gentes de espada cuando de tarde en tarde adoptan el hábito civil; la aspiración de todo burgués alemán á que lo confundan con los de clase superior. Sus pantalones eran estrechos, como si estuvieran destinados á enfundarse en botas de montar.

Aceptó Ojeda con sonrisa bondadosa estos ensueños, mientras en su interior empezaba a latir la irritación de la protesta. ¿Por qué dar un ambiente de hogar burgués a un amor que todavía estaba empezando?... Para aquella walkyria de poéticos éxtasis y ojos nostálgicos, la pasión tomaba una seriedad vulgar, moldeándose con arreglo a los santos principios de la familia y el buen orden.

Entraron en este nirvana burgués cuando los ferrocarriles eran menos aún que las diligencias, cuando la humanidad soñaba á la luz del petróleo, cuando un despacho telegráfico representaba un suceso culminante en una vida.... Y de pronto, el miedo á la invasión alemana, que suprime un pueblo en unas cuantas horas, les ha impulsado á huir de una vivienda que era á modo de una secreción de sus organismos.

La palmada del senador y su sonrisa le trastornaron, hasta el punto de hacerle tartamudear. Pensó que era necesario tener largo trato con las personas para conocerlas. Aquel señor había sido para él un burgués despreciable y ridículo, un pedantón huero... He aquí los inconvenientes de juzgar de lejos a las personas.

Volvió a la media hora, con un paquete de bujías, dos chuletas empanadas de una taberna cercana, una libreta, una botella de vino y un paquete de dulces. ¡Juerga completa! Decididamente, la vida de burgués, con casa propia y mujer única, tenía grandes encantos.

Benigno iba vestido a lo burgués, llevaba instrucciones reservadas, y Cristeta no le conocía. Capítulo VII En el cual hay viaje, separación, monólogo y principio de algo más grave

¡Y el partido socialista protesta!... Indudablemente, no existe en nuestra política otro partido tan burgués. ¿De qué se trata, señores, más que de que el dinero pierda su capacidad adquisitiva? Antes, con las pesetas se compraban patatas. Ahora, con las patatas hay ya quien se dedica a acaparar pesetas.

Y ante el burgués innoble, entre este vulgo ignaro, Orsi y Azorín ¡no podía ser de otro modo! se han reconocido como dos almas superiores, y han ido en compañía de Sarrió que también a su manera es un alma superior a tomar unas olorosas copas de ajenjo. El concierto se ha celebrado en el casino. Había poca gente; era una noche plácida de estío.

Palabra del Dia

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